El clérigo radical chií Moktada al Sadr ordenó ayer a sus milicianos del Ejército de Mehdi que abandonen la lucha contra las fuerzas de seguridad iraquís en Basora y otras ciudades de Irak. El religioso, que no habló ni de rendición ni de entrega de armas, tal y como exige el Gobierno iraquí, intentó así rebajar la tensión que vive Irak desde que el martes estalló la guerra en el seno de la familia chií.

Con esta decisión, Al Sadr manifestó en un comunicado que quiere acabar "con el derramamiento de sangre y mantener la unidad de Irak". Según manifestó, la pugna militar entre los dos bandos chiís solo beneficia a "las fuerzas de ocupación y a sus seguidores". Y advirtió: "Cualquiera que lleve armas y las utilice para atacar instituciones de Gobierno no será uno de los nuestros"

El Gobierno del primer ministro, Nuri al Maliki, tildó de "positiva y responsable" la orden del líder religioso, aunque no se pronunció sobre las contrapartidas que exige el movimiento sadrista para mantener el frágil alto el fuego: poner en libertad a los milicianos detenidos, ampliar la ley de amnistía que aprobó en febrero el Parlamento y el cese de la ofensiva del Ejército iraquí y los ataques aéreos estadounidenses.