Las autoridades de Alabama no tienen respuestas ni pueden identificar todavía motivos, pero desde el pasado martes tratan de entender porqué Michael Kenneth McClendon, un hombre de 27 o 28 años, se entregó a una brutal matanza en una zona rural del sur de Alabama, en Estados Unidos. En varios tiroteos en dos condados, y antes de suicidarse, McClendon acabó con la vida de, al menos, 10 personas, incluidos algunos de sus familiares, y dejó conmocionada a la población.

El peor ataque individual en la historia de Alabama comenzó cuando McClendon --que se despidió voluntariamente de su trabajo la semana pasada-- quemó la casa que compartía en Kinston con su madre, cuyo cadáver se encontró entre las llamas. De allí enfiló hacia el sur, a la casa de un tío, al que asesinó en el porche, al igual que hizo con uno de sus primos y otro pariente, de 15 años. Sus balas allí alcanzaron también letalmente a una mujer de 31 años --esposa de un ayudante del sheriff de la zona-- y a su hija de 18 meses. La otra hija de esa víctima, de cuatro meses, resultó herida.

El ataque de McClendon, que iba armado con dos rifles de asalto, una escopeta y una pistola, prosiguió en casa de su abuela, de 74 años y luego, con disparos aparentemente aleatorios en la calle, donde mató a dos peatones, y en una gasolinera, donde acabó con la vida de otra mujer.

Perseguido por la policía, Michael Kenneth McClendon --que en su día aspiró a convertirse en agente, pero falló en las pruebas de agilidad física-- acudió a una empresa donde había trabajado. Y, tras disparar 30 rondas más, se quitó la vida.