Una bomba de escasa potencia estalló junto a los muros de la escuela secundaria femenina Amena Fedawi de Kabul cuando el reloj marcaba las 6.50 horas. La deflagración, que se produjo minutos antes de que abriera las puertas este colegio electoral en el distrito VIII del sureste de la capital, --caracterizado, como muchos otros en el país, por sus calles polvorientas y sus acequias pluviales sin limpiar, de las que emana un intenso hedor-- no causó graves daños materiales ni personales. Horas después, una vez iniciada la votación, las colaboradoras designadas por la Comisión Electoral para velar por el buen desarrollo de la jornada electoral en la sección femenina aguardaban sentadas, sin demasiado que hacer y entre largos silencios, a que llegaran de una vez las electoras.

Lo sucedido ayer en la escuela de secundaria Amena Fedawi no fue una excepción, sino más bien la nota dominante que describe el desarrollo de la votación en la capital afgana. A pesar de la notoria ausencia de colas en la mayoría de los colegios electorales kabulís y las declaraciones de fuentes diplomáticas a ciertas agencias de información de que en las regiones del sur y del sureste del país, de fuerte implantación talibán, la participación rondó el 10%, la Comisión Electoral afgana estimó, durante el día, que un 50% de electores fue a votar. Algunos observadores, en cambio, aventuraban que dicha cifra podría rondar el 30%, una cifra considerada mínima para que la cita electoral pueda ser considerada mínimamente legítima.

A la espera de los números oficiales sobre participación, que se harán públicos en tres o cuatro días, lo único seguro es que el número de afganos que finalmente dio la espalda a las urnas por una u otra razón será mucho más elevado que en las anteriores elecciones presidenciales del 2004, que registraron una tasa de participación del 70%. Aquellos comicios se celebraron en un clima muy diferente y con grandes esperanzas en el futuro del país depositadas por parte del electorado.

PESIMISMO "En el 2004 acudí muy pronto a votar, y no pude llegar a la urna hasta las doce del mediodía", recuerda Mir-Ulah, de 47 años. "Esta mañana, cuando venía, solo oí un tiroteo y pregunté a la policía qué había pasado, pero no me dijeron nada", relata, antes de admitir: "Ocho familiares míos participaron en las elecciones del 2004, pero ninguno lo ha hecho este año". ¿Cuál es la razón de ello? "No hay seguridad; también está el pesimismo, la falta de esperanza de poder traer cambios en la vida", responde. Y es que no fueron solo las amenazas de los talibanes de seccionar dedos y hacer volar colegios, sino también la pésima gestión de las actuales

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