El Capitolio vivió el jueves un día histórico. Todos los allí presentes eran conscientes del momento que se estaba viviendo cuando los senadores demócratas aprobaron en el pleno de la Cámara alta de EEUU el proyecto de ley de reforma del sistema sanitario. Sin duda, una importante victoria para Barack Obama, que cada vez está más cerca de poder cumplir su sueño de estampar su firma en una ley que cambiará para siempre el sistema de salud en Estados Unidos.

Es cierto que en el camino han ido quedando algunas de sus principales promesas de campaña, quizá la más importante la de universalizar la cobertura médica a través de un seguro sanitario financiado con recursos públicos, pero la realidad es que la lucha de los últimos meses ha sido encarnizada, primero entre demócratas y republicanos, y después entre el ala progresista de su propio partido y los sectores más moderados, con el tema del aborto como telón de fondo.

AGENDA PRIORITARIA El presidente lo había convertido en su principal prioridad de la agenda política interna, y por eso el jueves se veía exultante en su comparecencia ante la prensa, antes de viajar con su familia a Hawái con el mejor regalo de Navidad que podía imaginarse bajo el brazo. Los analistas en Washington coincidían en que el éxito de su presidencia estaba en juego con esta reforma. Estamos "increíblemente cerca" de ver el fin de casi un siglo de una lucha que, según palabras de Obama, dará "estabilidad" y "seguridad" a los estadounidenses.

Habló de una votación "histórica" que ayudará a frenar los abusos de las aseguradoras, y recordó que desde que Teddy Roosevelt lo intentó por primera vez hace ahora casi 100 años, hasta siete de sus predecesores en la Casa Blanca vieron cómo los poderosos grupos de presión bloqueaban sus esfuerzos para modificar el sistema sanitario. El último de ellos, Bill Clinton, que cuando creía que las tenía todas consigo vio cómo el Congreso enterraba su propuesta. "Es una victoria del pueblo estadounidense", afirmó Harry Reid, negociador de la reforma. "Sin duda, el mejor regalo de Navidad que podía darnos el Senado", añadió otro demócrata.

RECUERDO DE TED KENNEDY En la mente de todos estaba Ted Kennedy, fallecido en verano tras una larga enfermedad que le impidió ver cumplido su sueño. El menor de los hermanos Kennedy fue uno de los grandes impulsores de la reforma y el jueves se encontraba en el balcón de invitados su viuda, Vicki, que siguió atenta el resultado de la votación.

Lo del jueves fue histórico. Pero todavía queda por delante mucho trabajo por hacer. Se espera que, pasado el receso navideño, Harry Reid y Nancy Pelosi, líderes de la mayoría demócrata en ambas cámaras, vuelvan a reunirse a partir de Año Nuevo para iniciar el proceso de armonización de los dos textos. Desde la Cámara de Representantes advertían el jueves de que no darán su brazo a torcer en todas las pretensiones del Senado y, aunque pocos dudan de que la opción pública ha quedado definitivamente enterrada, exigirán algo a cambio. En los días para el recuerdo siempre hay anécdotas, y el jueves llegó del senador Reid, impulsor de la reforma.

Llegado el momento de pronunciar en alto su voto dijo "no", nadie sabe si para gastar una broma o producto del cansancio acumulado tras semanas de agotadoras negociaciones. Después de llevarse las manos a la cabeza y despertar una sonora carcajada en el resto de legisladores, el demócrata cambió inmediatamente el sentido de su voto. En el horizonte de todo el mundo está ahora el día del discurso sobre el estado de la Unión, previsto para finales de enero, cuando el presidente comparece ante el pleno de de ambas cámaras.

Será la primera vez que lo haga Obama desde que llegó a la Casa Blanca, y la fecha sale en las quinielas para que la versión definitiva de la reforma esté lista para su ratificación. Solo entonces concluirá la "larga, difícil y tortuosa, pero necesaria" batalla de la reforma sanitaria.