"El mundo secreto creado tras el 11-S es tan grande, difícil de manejar y secreto que nadie sabe cuánto cuesta, a cuánta gente contrata, de cuántos programas consta y si hay agencias que repiten el trabajo". Esta es la principal conclusión de un equipo de periodistas de The Washington Post que ayer publicó el primero de una serie de reportajes sobre algunos de los secretos mejor guardados del "incontrolable" aparato de inteligencia del que dicen que es imposible determinar su eficacia.

Tras dos años de investigaciones descubrieron que la comunidad de inteligencia surgida en respuesta al mayor atentado terrorista en territorio de EEUU en su historia cuenta, casi diez años después, con más de 1.200 entidades gubernamentales y otras 2.000 empresas privadas subcontratadas para trabajar en programas de lucha contra el terrorismo, seguridad nacional e inteligencia. Se calcula que este inabarcable aparato secreto da trabajo a unas 850.000 personas con permiso para acceder a información considerada secreta, casi 1,5 veces la población de la ciudad de Washington, repartidos por la amplia geografía de un país de proporciones continentales y que producen al año unos 50.000 informes, muchos de los cuales son ignorados por falta de tiempo, de ahí que se ponga en duda su eficacia.

El responsable de la Dirección Nacional de Inteligencia, David Gompert, intentó ayer salir al paso de lo publicado por el diario y dijo que la investigación "no refleja" la comunidad de inteligencia que ellos conocen.

Los responsables de la investigación inciden en algunos de los golpes sufridos por los servicios de inteligencia, y aseguran que sobraban cabos que, de haber sido atados, habrían evitado la matanza de Fort Hood, o que el hombre que intentó explotar un avión en pleno vuelo el día de Navidad fuera reducido por los pasajeros y no por los miles de analistas que trabajan para intentar localizar terroristas.