El primer gran debate televisado entre los candidatos estadounidenses a las primarias republicanas cumplió ayer con esa regla no escrita según la cual el tono conciliador debe imperar al inicio de la campaña por encima de los ataques personales.

Los siete aspirantes conservadores a la carrera presidencial de Estados Unidos dedicaron toda su munición a disparar contra la gestión del actual presidente demócrata, Barack Obama, cuestionando cada uno de los ejes de su mandato, especialmente la política económica.

Algunos candidatos aprovecharon la ocasión para presentarse en sociedad, ya que hasta ahora eran virtualmente unos desconocidos a escala nacional.

La economía se presenta como la gran baza republicana para las presidenciales de noviembre del 2012. Y es que las cosas no van bien para Obama, acosado por un crecimiento económico anémico, el aumento del desempleo en el mes de mayo, la caída del precio de la vivienda o la ralentización de la creación de empleo en todos los sectores.

Teniendo en cuenta que un 58% de los ciudadanos estadounidenses desaprueban su gestión económica, los candidatos republicanos no tuvieron piedad con sus recetas para dejar atrás la recesión económica. La política de estímulos, los rescates a la banca y el automóvil, la reforma sanitaria o las regulaciones previstas para evitar una nueva crisis del sistema financiero fueron repetidamente atacadas en New Hampshire, sede del debate.

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