Manos de mujer al volante. Ocurría ayer en Arabia Saudí, el único país del mundo que prohíbe conducir a las féminas. Dos meses de intensa campaña en todas las redes sociales culminaron con un llamamiento a burlar la prohibición durante toda la jornada.

El hecho de que no se dieran cita en un punto en concreto, sino que fueran llamadas a hacer sus quehaceres diarios en coche, complicó sobremanera la posibilidad de medir, de forma exhaustiva, el seguimiento de la convocatoria. Pero el flujo imparable de testimonios en Facebook y Twitter destacaron dos aspectos en concreto: mujeres conduciendo y la permisividad de la policía ante el hecho.

"No hay policía en las calles y creo que es una luz verde para las mujeres", indicó en Twitter Walleed abu alKakair, un saudí activista en la defensa de los derechos humanos, que añadía: "Mi mujer está conduciendo mi coche hoy en Jeddah y todo está bien".

Decreto real

Como ella, otras mujeres saudís con permiso de conducir obtenido en el extranjero desafiaron la fatua --directriz religiosa de obligado cumplimiento-- que les prohíbe la conducción. Tan solo se tuvo constancia de una conductora parada por la policía en la Meca a la que solo le confiscaron el móvil pero no la detuvieron.

Aziza Yusef, que se presentó en Twitter como una mujer de 54 años de Riad, aseguró que pasó por delante de dos coches de policía al volante. "Nadie me dijo nada", agregó en la red.

"La campaña debe continuar hasta que se apruebe un decreto real que permita a las mujeres conducir", reza la pagina en Facebook de la organización Women2drive. Porque, a pesar de que no haya una ley formulada que lo prohíba y que el rey Abdulá mire su causa con buenos ojos, la verdad es que pasa el tiempo y sigue primando la visión más integrista del islam.

Tutela masculina

"Sed valientes mujeres saudís, os apoyamos y el mundo os mira". Es el mensaje en Facebook de Ruth Patton, desde Mineápolis. Uno de los cientos que circulaban ayer por la red desde todos los rincones del mundo. Las mujeres saudís no pueden hacer prácticamente nada sin el consentimiento del guardián masculino, que no tiene por qué ser el marido. Sirve el hermano o el propio hijo. Ayer condujeron. Ahora les queda poder viajar, operarse, trabajar, votar... En definitiva, vivir sin pedir permiso.