Democracia es todo o nada. No hay que buscar medias soluciones. La carta magna no emana del pueblo. Está hecha por gente que ha designado el rey. Los que redactaron la Constitución han trabajado a la sombra, maniobrando con partidos políticos que no se representan ni a ellos mismos. No puedo entender que esa clase política, rancia y anacrónica, establezca nuestros designios", manifestó enfadado un prestigioso analista marroquí, que prefirió guardar el anonimato por temor a represalias.

"El rey mantiene el control de los asuntos religiosos y militares. Determinará las líneas estratégicas en lo económico y en lo social. Entonces, ¿de qué sirve este Gobierno si el monarca sigue teniendo todos los poderes en su mano?", se preguntó Omar Radi, miembro del movimiento 20 de febrero. Pilota las redes sociales como pez en el agua y desde el discurso de Mohamed VI instiga a las nuevas generaciones a ocupar hoy la calle en señal de protesta. "Lo que necesitamos es una Constitución real, democrática y no un maquillaje", añadió Radi, que invitó a boicotear la Carta Magna en el referendo previsto para el 1 de julio.

El pueblo pedía una real separación de poderes y una monarquía parlamentaria, pero tal y como queda recogido en el nuevo texto, la llave del país la sigue teniendo el monarca. "No es lo que el pueblo marroquí se merece, pero es un paso interesante. Todo dependerá de su práctica, de la responsabilidad y coraje de los partidos políticos para que no se dejen achicar por el rey", dijo Bernabé López, catedrático en Islam Contemporáneo.

El rey designará a un presidente del Ejecutivo --sustituirá así la figura del primer ministro-- que procederá del partido más votado en las legislativas. "Esto me parece un avance porque el soberano no podrá optar por cualquier tecnócrata como antes", dijo Ahmed Bensalah Es-Salhi, periodista de la revista Siglo XXI.

El punto más polémico de la reforma, y que hubiera generado las críticas del sector social más conservador, fue arrancado de raíz: la libertad de conciencia. El partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD) lo vio como un primer paso hacia la secularización del país. El temor a que ese artículo permitiera a los laicos romper el ayuno del Ramadán provocó que los islamistas reaccionaran rápido, presionaran a palacio y se apostara por otra fórmula: el islam es la religión oficial, pero el Estado garantiza la libre práctica religiosa.

La mayoría de partidos políticos señalaron avances en la Carta Magna y organizaciones como la Asociación Marroquí de Derechos Humanos pidieron tiempo. Sin embargo, los jóvenes opositores del 20 de febrero decidieron mantener las protestas.