En el vocabulario del presidente de Siria, Bashar el Asad, los manifestantes que desde hace tres meses exigen la democratización del régimen son "saboteadores" que obedecen a un "complot" urdido desde el extranjero. Y las reformas que estos plantean equivalen al "caos". Asad salió ayer a la palestra por tercera vez desde el inicio de las protestas con un discurso en el que, lejos de ceder ante la presión de la calle, demostró su incapacidad --y la de su propio régimen-- de reformarse desde dentro y escuchar el clamor popular. Decepcionadas, las organizaciones opositoras lanzaron un llamamiento renovado a los manifestantes a "proseguir" la revuelta hasta la caída del Gobierno.

"No habrá reformas a través del sabotaje y el caos", espetó el presidente sirio ante una sala abarrotada de partidarios en la universidad de Damasco que no cesaban de aclamarle y que le recibieron con aplausos. En su intervención, retransmitida al país por televisión, el dirigente se limitó a tender la mano a la oposición política con una vaga promesa, plagada de condicionantes, de "diálogo nacional que podría traducirse en enmiendas a la Constitución o en una nueva Constitución que puede enmendar la cláusula ocho". Esta disposición en la Carta Magna estipula que el partido Baaz "es el partido dirigente del Estado y la sociedad". Su anulación es una de las principales reivindicaciones.

POSICIÓN DE ESCUCHA Pero lo cierto es que Asad y su entorno no parecen mantener la oreja en posición de escucha, a tenor del vocabulario empleado en la intervención presidencial, en la que se agitó el fantasma de una injerencia extranjera en los asuntos internos sirios. "Ciertamente, existe un complot contra la nación siria", arremetió el máximo dirigente del país, antes de sentenciar su intervención con una frase que pone sobre el tapete el inmovilismo del régimen de Damasco: "Los complots son como microbios que no podemos eliminar, pero necesitamos reforzar nuestra inmunidad". La presencia de militares en las calles era "necesaria", dijo Asad, que no quiso admitir la amplitud de la contestación política debido a la presencia de "terroristas armados".

La reacción de los grupos opositores en favor de la democracia no se hizo esperar. El sentir general era que, tras el discurso presidencial, no cabía otra opción que seguir manifestándose hasta la caída del régimen. "Consideramos inútil cualquier diálogo que no permita pasar página con el régimen actual", reaccionó la oenegé Comités Locales de Coordinación. El organismo instó a sus seguidores a continuar "la revolución hasta la consecución de todos los objetivos".

En idénticos términos se expresó el abogado de derechos humanos Anuar Bunni, quien, además, acaba de purgar una pena de prisión de cinco años. Bunni consideró que el discurso era "decepcionante", y subrayó que "una verdadera solución política" debía estar "basada en condiciones que no han sido mencionadas durante la intervención, como la retirada del Ejército de las ciudades y el respeto del derecho a manifestarse pacíficamente". "El presidente ha hablado de una solución militar, ha reafirmado la tesis del complot y de los hombres armados" que quieren sembrar el caos, zanjó.

Otro militante de los derechos humanos, el abogado Hasán Abdel Aziz, secretario general del partido de la Unión Árabe Socialista y portavoz de la Agrupación Nacional Democrática, un conglomerado de fuerzas de izquierda, aseguró que no había evocado "un diálogo con los partidos de la oposición siria".

La calle, donde desde el inicio de las protestas han muerto al menos 1.300 civiles en la brutal represión, respondió a Asad.

HOSTILIDAD EN LA CALLE En varias ciudades se celebraron nuevas manifestaciones hostiles al régimen. Unas 300 personas se congregaron en Irbin, un suburbio de la periferia de Damasco, y corearon el eslogan "no al diálogo con los asesinos", según relataron fuentes anónimas por teléfono a la agencia Reuters. En los distritos sunís de Sleibeh y Raml al Filistini, próximos a la ciudad costera de Latakia, los manifestantes tomaron las avenidas y plazas para cantar: "¡Mentiroso, mentiroso!".

Desde Latakia, un activista de derechos humanos indicó: "La gente esperaba que dijera algo con sentido que tuviera como resultado que los tanques y las tropas dejaran las calles; estaban decepcionados y comenzaron a salir en cuanto Asad dejó de hablar". También en Hama y Alepo hubieron protestas. Fuera de Siria, la decepción fue mayor. El Departamento de Estado de EEUU pidió "hechos y no palabras" mientras que para el ministro de Exteriores francés, Alain Juppé, Asad ha alcanzado un "punto de no retorno".