Alos tres meses de intervención en Libia las costuras de la OTAN amenazan con reventar. La falta de un neto avance sobre el terreno, los errores cometidos y la política interna de los países que participan en la operación generan todo tipo de dudas y discusiones que al final únicamente favorecen a Muamar el Gadafi que incluso se permite aparecer públicamente echando una partida de ajedrez tan campante.

Robert Gates, que está a punto de abandonar el Pentágono, sentenció que la OTAN se encamina hacia la irrelevancia y Libia le sirvió de ejemplo. Todos los aliados votaron a favor de la misión, dijo, pero solo la mitad participan y menos de la tercera parte (8 de los 28) están dispuestos a intervenir en acciones ofensivas.

Por el contrario, para Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN, Libia demuestra que la Alianza Atlántica es aún relevante. Pero la realidad es más cercana al panorama pintado por Gates. Noruega se retirará de la operación el 1 de agosto. Holanda seguirá durante otros 90 días y basta. España no se ha puesto fecha de retirada, pero gastar más de 14 millones de euros al mes, que es lo que cuesta el dispositivo, en medio del marasmo económico y financiero en que se encuentra el país, es tema de debate.

Francia y Reino Unido, los adalides de la intervención, siguen liderando, pero al primer ministro británico le ha salido la criada respondona en la persona del número dos de la fuerza aérea.

Italia, que por su proximidad geográfica y por los enormes intereses comerciales y financieros que comparte con Libia se encuentra en una posición muy incómoda, acaba de hacer un amago de propuesta, luego retirada, para suspender los combates y abrir corredores humanitarios. En realidad, la propuesta del ministro Franco Frattini tiene también una lectura muy casera, la de acallar a la Liga Norte, opuesta a la intervención, cuyo apoyo es totalmente imprescindible para la continuidad del Gobierno de Berlusconi.

¿Y EEUU, el puntal de la OTAN? Pues allí también reina la división. Incluso se rompen viejos esquemas, en particular en el Partido Republicano, siempre más inclinado a intervenir en el extranjero. Ahora se manifiesta contrario y encuentra munición en la negativa del presidente Obama a pedir la aprobación del Congreso para continuar la operación. Gadafi puede seguir con los gambitos en Libia y Asad, con la represión en Siria.