Tras el descalabro de Dominique Strauss-Kahn, que antes de ser detenido por un delito sexual era el favorito indiscutible para derrotar a Nicolas Sarkozy en las elecciones presidenciales del próximo año, la primera secretaria del Partido Socialista (PS) francés, Martine Aubry, mantuvo el suspense hasta ayer, primer día de presentación de las candidaturas a las primarias. Forzada por las circunstancias, Aubry, de 60 años, anunció que opta a la carrera por el Elíseo.

Una vez despejadas las dudas --algunos temían que hiciera como su padre, Jacques Delors, que en 1994 renunció a las presidenciales--, la alcaldesa de Lille y exministra de Trabajo se incorpora a una reñida batalla. El anterior primer secretario del partido, François Hollande; la candidata que se enfrentó a Sarkozy en las presidenciales del 2007, Ségolène Royal; el alcalde de Evry, el barcelonés Manuel Valls, y el diputado y antiguo portavoz de Royal, Arnaud Montebourg, ya han confirmado sus candidaturas a las primarias. El proceso culminará con unas elecciones, previstas para el 9 de octubre, que estarán abiertas a todos los simpatizantes de la izquierda.

LÍNEA ORTODOXA "No se puede seguir pidiendo tanto a los que tienen poco y dando tanto a los que tienen mucho", proclamó Aubry, que quiso lanzar su candidatura en la ciudad que gobierna desde el 2001. La propulsora de la semana laboral de 35 horas, que encarna a la izquierda más ortodoxa, intentará atrapar a Hollande, de 56 años, que le saca ventaja en las encuestas y representa una línea más socialdemócrata. Cuenta para ello con el apoyo del aparato del partido y de la mayoría de los seguidores de Strauss-Kahn, que en los últimos días han hecho público su respaldo a la primera secretaria.

"Quiero devolver a Francia su fuerza, su serenidad, su unidad. Quiero devolver a cada uno la confianza en el futuro", proclamó Aubry en una crítica al estilo hiperactivo y agresivo de Sarkozy. El presidente intenta contrarrestar estos días el protagonismo de Aubry con una batería de actos. El lunes hizo un balance sobre las inversiones de futuro y ayer realizó, por primera vez desde que llegó al Elíseo, una visita al feudo del primer ministro, François Fillon. Una calculada puesta en escena con la que Sarkozy quiso ofrecer una imagen de solidez y unidad.