Aunque no existe, el Estado palestino ya tiene un patrimonio histórico y cultural reconocido por Naciones Unidas. La victoria diplomática obtenida ayer en París con el reconocimiento de la Unesco como miembro de pleno derecho es algo más que una conquista simbólica. La adhesión lograda con más de dos tercios de los votos de la Asamblea General debería servirles para proteger y reclamar los derechos de las docenas de lugares históricos que Israel explota en los territorios ocupados, desde las playas del Mar Muerto al palacio de Herodes en las cercanías de Belén. Al menos sobre el papel.

En la práctica, sin embargo, nada parece que vaya a cambiar, como dejó ayer claro el ministerio de Exteriores israelí: "Esta es una maniobra unilateral que no traerá ningún cambio sobre el terreno y solo logrará alejar la posibilidad de un acuerdo de paz". Tanto Israel como EEUU han liderado la campaña diplomática para tratar de frenar el reconocimiento de Palestina en la agencia educativa, científica y cultural de la ONU, la segunda estancia multilateral a la que recurren los palestinos tras llamar a las puertas del Consejo de Seguridad en septiembre.

Un cúmulo de obstáculos

Que la Unesco los reconozca como miembro de pleno derecho, no significa que lo vaya a hacer el Consejo pese a que solo dos de los 15 países con derecho a voto del citado Consejo votaran ayer en contra de su adhesión (EEUU y Alemania). La comisión técnica encargada de evaluar en el Consejo su solicitud se reunirá el 11 de noviembre, día en el que podría decidirse si la moción se somete a votación.

Aunque podrían lograr los nueve apoyos que necesita para prosperar, saben que EEUU ejercerá su derecho a veto, cerrando la puerta a su aventura diplomática. Y Washington no cambiará de postura. Como reiteró ayer su embajadora en la ONU, Susan Rice, la única vía para que fructifique el Estado palestino es la negociación bilateral con Israel.

Ramala puede darse por satisfecha. Como desde hace un tiempo querían y buscaban sus dirigentes, su apuesta por recurrir a la ONU como alternativa a las negociaciones tras dos décadas de fracasos les está sirviendo para poner en evidencia a los pocos países que se oponen a sus aspiraciones.