Estados Unidos echó ayer el cierre a su última base militar todavía abierta en Irak, poniendo así punto y final a nueve años de intervención militar. Una guerra urdida bajo el engaño y la ilegalidad internacional, y que se ha llevado por delante la vida de más de 100.000 civiles.

Este es parte del precio que ha pagado el pueblo iraquí por la aventura militar del expresidente estadounidense George W. Bush, empeñado en liquidar al entonces dictador iraquí, el ejecutado Sadam Husein, y hacerse con las reservas de uno de los países con más petróleo del mundo. Lo primero lo consiguió, lo segundo, no. Al menos, no como hubiera deseado.

"Cerramos la última página de la ocupación", manifestó ayer el representante del Gobierno iraquí, Husein al Assad, durante la transferencia del centro militar de Imán Alí (Camp Adder para los estadounidenses) situado en Al Nasiriya, a unos 350 kilómetros al sur de Bagdad. Al Assad, que calificó la jornada de "histórica", afirmó que en total el Ejército y las fuerzas de seguridad de Irak se han hecho cargo de las 505 bases militares que han estado durante la ocupación en manos extranjeras.

La salida de los soldados estadounidenses abre un nuevo capítulo en la historia de este país árabe. Hoy Irak es un país devastado, con cerca de dos millones de desplazados o refugiados y en el que anida la pobreza y las tensiones religiosas entre la comunidad chií, el 60% de la población, y la suní, un 20%.

Y muy a pesar de Washington, el Gobierno está en manos de dirigentes chiís, mucho más cercanos, al menos confesionalmente, al régimen del vecino Irán que a la también vecina, pero suní, Arabia Saudí, uno de los grandes aliados de EEUU en la región.

La guerra de Irak, además, ha abierto todavía más la brecha que separa a la gran potencia de la población árabe, que ha sido testigo directo a lo largo de estos años, gracias a la televisión, del asesinato de civiles desarmados desde un helicóptero artillado o de las torturas y humillaciones sufridas por los prisioneros de guerra en las mazmorras de la cárcel de Abú Graib.

TIRANO DÍSCOLO EEUU ha utilizado la fuerza militar para deshacerse del tirano díscolo, mientras ha apoyado incondicionalmente a los dictadores "amigos" sin prestar atención a los movimientos democráticos que han acabado tumbando por sí solos y sin necesidad de invasión alguna al tunecino Zine el Abidine Ben Alí, al egipcio Hosni Mubarak o al libio Muamar Gadafi.

Con la invasión y largo conflicto bélico, EEUU ha perdido a 4.400 soldados y se ha gastado la friolera de 800.000 millones de dólares. Una inversión en vidas humanas y económica que no ha logrado liquidar del todo a los grupos nacidos de la red terrorista Al Qaeda, como el Estado Islámico de Irak que, aunque debilitado, es capaz todavía de generar muerte y destrucción.

Tampoco ha conseguido, más bien lo contrario, despejar el fantasma de la escisión de Irak. Los comunidad kurda del norte, que disfruta de una amplia autonomía, sigue aspirando a crear su propio Estado independiente, con Kirkuk, bañada en petróleo, como su capital.