La última masacre de militares franceses --cuatro perdieron la vida y 15 resultaron heridos, ocho de ellos graves-- a manos de un soldado afgano, sospechoso de ser un talibán infiltrado, llevó ayer a Nicolas Sarkozy a cuestionarse por primera vez la intervención armada en ese país. Apenas dos horas después del drama, que eleva a 82 el número de soldados franceses fallecidos en Afganistán, el presidente anunció la suspensión de todas las operaciones "de entrenamiento y de apoyo al combate" mientras no se restablezcan unas condiciones mínimas de seguridad.

Las víctimas finalizaban su sesión de deporte en el interior del recinto militar de Gwam, situado en el valle de Taghab, cuando un soldado con uniforme del Ejército afgano les disparó a bocajarro.

"Somos amigos del pueblo afgano, pero no puedo aceptar que un soldado afgano dispare contra soldados franceses", declaró Sarkozy, que el próximo viernes recibirá al presidente de Afganistán, Hamid Karzai, en París. El jefe de Estado no descartó avanzar el retorno, previsto para finales del 2014, de los 3.600 soldados desplegados en el país asiático. A tres meses de las presidenciales, su rival, el socialista François Hollande, se comprometió a repatriarlos a finales del 2012.

ZONA MORTAL Otros dos soldados franceses murieron en diciembre en circunstancias similares en la misma zona. Según los mandos militares, las condiciones del Ejército francés se han "degradado", especialmente en el valle de Taghab, "infestado de talibanes" y donde Francia perdió a 26 militares en el 2011.

Ayer también murieron seis marines estadounidenses al caer un helicóptero al sur de Afganistán. "La causa del accidente está bajo investigación, pero los informes iniciales afirman que no había actividad enemiga en la zona en el momento del incidente", dijo un portavoz de la ISAF.