El anuncio de la muerte del papa copto, Shenuda III, lanzó a las calles de El Cairo a decenas de miles de personas, que acudieron a la catedral de Abaseya para despedir a quien fue su líder durante cuatro décadas. Las aglomeraciones fueron de tal envergadura que tres personas murieron y 40 resultaron heridas con síntomas de asfixia.

Carismático, influyente y a la vez próximo, el patriarca de los coptos era la figura más respetada en una comunidad que en los últimos tiempos ha visto como el islamismo político se convertía en la ideología de la mayoría. De ahí el aluvión de fieles que querían rendirle el último tributo sin vida ya pero sentado en la Silla de San Marcos, apóstol que difundió el cristianismo en Egipto.

Los coptos recordaban ayer la capacidad que tuvo Shenuda para unir a una comunidad que representa el 10% de la población y que en las últimas décadas se ha visto sacudida por numerosos ataques sectarios.

Decenas de miles de egipcios quisieron agradecerle en la catedral de Abaseya su papel de liderazgo en las últimas décadas. Shenuda puso de manifiesto su marcado perfil político cuando en 1981 criticó la pasividad del Gobierno ante la violencia de los grupos extremistas islámicos contra los coptos. El expresidente Anuar al Sadat le deportó a un monasterio en el desierto.