Tras la torrencial lluvia de balas con la que culminó la operación policial que el jueves acabó con la vida del extremista islámico Mohamed Merah en Toulouse, no puede decirse que la calma haya llegado por fin a la agitada vida política francesa. El Gobierno francés, con el primer ministro François Fillon a la cabeza, y los principales responsables de las fuerzas de seguridad que intervinieron en el dispositivo que neutralizó al asesino múltiple rechazaron ayer las críticas por la actuación policial y justificaron la tardanza en identificar al temido criminal, a pesar de que era un conocido islamista radical fichado por la policía.

La polémica ha crecido durante las últimas horas, después de que saliera a la luz que la propia policía francesa alertó a la española sobre un viaje del joven islamista a Cataluña, que Estados Unidos había incluido a Merah en la lista negra de extremistas que no pueden viajar a ese país o que una mujer de su barrio lo había denunciado por mostrar vídeos de Al Qaeda, con decapitaciones y escenas de extrema violencia, a su hijo de 15 años. Unas críticas que, en plena campaña electoral, también han secundado el candidato socialista en las presidenciales, François Hollande, la ecologista Eva Joly y la ultraderechista Marine Le Pen.

ESTADO DE DERECHO "No había ningún elemento que permitiera atrapar a Mohamed Merah" antes de cometer los asesinatos, porque la legislación francesa no permite "vigilar de forma permanente sin dictamen judicial a alguien que no ha cometido un delito", argumentó Fillon en una entrevista concedida a la emisora de radio francesa RTL. "Vivimos en un Estado de derecho", insistió el primer ministro francés antes de defender la labor de los servicios secretos que, a su juicio, "hicieron perfectamente su trabajo".

Fillon recordó que la Dirección Central de Información Interior (DCRI) había identificado al joven cuando viajó a Pakistán y Afganistán --donde al parecer estuvo en campos de entrenamiento de Al Qaeda-- y que lo estuvo vigilando hasta llegar a la conclusión de que no había "ningún indicio" que hiciera pensar que se trataba de "un hombre peligroso" que un día podía pasar a la acción.

"Llevaba una vida normal" y, aunque tenía un "pasado judicial", añadió el primer ministro en alusión a la veintena de condenas que acumulaba por delitos comunes, eso "no tenía nada que ver" con las matanzas que llevó a cabo. Fillon recordó que el hecho de pertenecer a una organización salafista no es un delito por sí mismo, y subrayó: "No hay que mezclar fundamentalismo religioso y terrorismo, aunque naturalmente sabemos los vínculos que hay entre los dos". En este sentido, explicó también que hay "varios cientos" de jóvenes franceses que, como Merah, viajan a lugares como Afganistán y Pakistán, donde son adoctrinados en ideologías terroristas y de extremismo religioso.

El responsable de la DCRI, Bernard Squarcini, también defendió la labor de los servicios de información y en unas declaraciones al diario Le Monde afirmó que, si no se llegó a sospechar la peligrosidad real de este hombre, fue porque "tenía una doble cara" y era un caso "atípico" dentro del extremismo islamista, además de la peculiaridad de sus acciones en solitario.

MÁS DATOS PARA LA DUDA Otro dato que trascendió ayer ha alimentado las dudas sobre la versión oficial de la muerte del joven tras permanecer atrincherado durante 32 horas en su piso de Toulouse. Según los primeros datos de la autopsia, practicada en el Instituto de Medicina Legal de Burdeos y avanzados por el diario Le Parisien, Merah recibió dos disparos mortales. Tal y como dijo la policía, uno de ellos le alcanzó en la cabeza cuando intentaba saltar por el balcón. El otro le atravesó el abdomen, aunque no se sabe cuál de los dos le alcanzó primero. Lo que no explicaron los responsables policiales es que el joven fue acribillado a balazos, ya que recibió más de 20 impactos, sobre todo en brazos y piernas.