El presidente de EEUU, Barack Obama, utilizó su visita de ayer a la zona desmilitarizada coreana, que ha separado a un pueblo durante más de medio siglo, para acentuar su apoyo a Seúl. Él será uno de los 52 líderes mundiales que participarán hoy y mañana en la Segunda Cumbre de Seguridad Nuclear, donde es previsible que el enquistado problema norcoreano ocupe gran parte de la agenda.

Obama circuló por la zona desmilitarizada en un vehículo blindado, observó con prismáticos a los soldados norcoreanos y arengó a los propios. EEUU tiene desplegados casi 30.000 militares en Corea del Sur. "Estáis en la frontera de la libertad. Las diferencias entre Corea del Sur y Corea del Norte no pueden ser más claras, tanto en libertad como en prosperidad. Estoy orgulloso de vosotros", dijo a los soldados. Es el cuarto presidente de EEUU que visita la zona.

Corea del Norte vuelve a preocupar por el anunciado lanzamiento de un satélite de observación en abril para conmemorar el centenario del nacimiento de Kim Il-sung, abuelo del líder actual, Kim Jong-un. Occidente habla de lanzamiento encubierto de un misil de largo alcance, práctica vetada por la ONU. La situación ha derivado en otra espiral de amenazas. Japón desplegará una batería antimisiles en Okinawa y asegura que derribará el misil si entra en su espacio aéreo. Pyongyang ha aclarado que entenderá como una declaración de guerra cualquier intento de arruinar su operación y ha prometido contramedidas. Y Seúl y Washington habla de una "reacción dura" si esas llegan.

CONSECUENCIAS Obama aconsejó ayer a Pyongyang que cancele el lanzamiento y le explicó las consecuencias: un mayor aislamiento y la posibilidad de cancelar el acuerdo bilateral firmado el 29 de febrero. "No recompensamos el mal comportamiento", añadió. Corea del Norte prometió congelar su programa de plutonio, permitir la entrada de observadores de la ONU y renunciar a las pruebas nucleares y el lanzamiento de misiles a cambio de 240.000 toneladas de alimentos y reconocimiento internacional. Kim Jong-un solo necesitó un par de semanas para aguar lo que parecía una conquista diplomática de EEUU y dar la ra-zón a los expertos que dudaban de que los líderes norcoreanos renunciasen a la carta nuclear.

El orgullo norcoreano impedirá con toda probabilidad dar marcha atrás. Además de la muestra de debilidad ante el mundo, Kim Jong-un tendría problemas para justificarla frente al poderoso estamento militar. Obama, sin embargo, animó ayer a China a utilizar su influencia. Pekín ya ha desaconse-