Un incuestionable sentimiento de euforia destila cualquier conversación mantenida en estos días con portavoces gubernamentales o fuentes oficiales iraquís. Representantes de 21 países de la Liga Árabe --es decir, todos los estados miembros menos Siria, suspendida-- se reunieron ayer por vez primera en 22 años en Bagdad para celebrar una cumbre ordinaria, centrada en la crisis que vive en Siria y que aprobó un documento final en el que se condena "la violencia" y se aboga por una solución política entre el régimen de Bashar el Asad y la oposición. La última reunión del organismo panárabe en Irak aconteció en marzo de 1990, cuando Sadam Husein todavía ocupaba el poder, no hacía ni dos años que la sangrienta guerra con Irán había acabado, y el régimen iraquí barruntaba ya la idea de invadir el vecino emirato de Kuwait.

Las actuales autoridades del país, comandadas por el primer ministro, el chií Nuri al Maliki, aspiran a lograr una suerte de reválida diplomática con la celebración de la reunión y, de paso, a certificar su plena reintegración al club de naciones árabes, aunque para ello hayan tenido que pagar un elevado precio: han desplegado a 100.000 policías y soldados en unas calles habitualmente saturadas de tráfico, han cerrado durante dos días el espacio aéreo, han decretado vacaciones escolares y del funcionariado y se han destinado entre 400 y 500 millones de dólares a modernizar y reformar las decadentes instalaciones en las que se celebra el evento.

"En esencia, la cumbre significa que los líderes árabes reconocen sin reparos a Irak como parte de la comunidad árabe", declaró ayer jueves por teléfono a este diario Zuhair al Naher, portavoz del partido Dawa, del que forma parte el actual jefe del Gobierno. Todas las naciones árabes, constata al Naher, han acabado por abrir misiones diplomáticas en la capital iraquí, "incluida Arabia Saudí" --cuyas relaciones con el Gobierno de Bagdad, dominado por chiís y con relaciones privilegiadas con Teherán, están bajo mínimos-- lo que en su opinión equivale a un reconocimiento de facto de las autoridades iraquís emergidas tras la invasión anglonorteamericana en el año 2003.

MEJORA DE LA SEGURIDAD La ostensible mejora de la seguridad en la ciudad, que entre el 2006 y el 2008 padeció un grave conflicto sectario en el que murieron decenas de miles de personas y en el que, en su momento más álgido, a diario, 1.300 personas se veían obligadas a abandonar su hogar en barrios mixtos y a refugiarse después en zonas donde su comunidad religiosa era mayoritaria, ha permitido a la Liga Árabe regresar a Bagdad. "La violencia no es ya como antes", constata telefónicamente desde Irak Namrud Sargon, que es miembro de la comunidad asiriocaldea.

Pese a ello, los habitantes de la ciudad siguen sobresaltándose por explosiones ocasionales, como la sucedida durante la mañana de ayer, al estallar tres proyectiles de mortero, uno en el centro, otro en el oeste y un tercero en las proximidades de la