El fin de la intervención extranjera en la guerra de Afganistán está un poco más cerca, después de que los aliados de la OTAN ratificaran ayer formalmente los plazos para transferir todo el peso de la seguridad al Ejército y la policía afgana. La declaración final de la cumbre define el proceso de transición como "irreversible" y afirma que se han dado "pasos importantes" para asegurar la estabilidad de Afganistán y "evitar que el país vuelva a convertirse en un refugio para los terroristas". Ese parece ser ahora el objetivo de la misión, después de que la realidad se haya encargado de engullir otros designios más ambiciosos.

La cumbre de Chicago se cierra con muchas incógnitas sobre el futuro de Afganistán. Nada ha trascendido sobre los planes para negociar con los talibanes y el resto de facciones de la insurgencia, un requisito básico para que la guerra pueda darse por acabada tras la salida del grueso de las tropas internacionales en diciembre del año 2014. Tampoco se han anunciado medidas para erradicar la corrupción en el Gobierno prooccidental de Hamid Karzai, que, el domingo pasado, agradeció "a los contribuyentes estadounidenses" los miles de millones que están brindando a su país, dependiente en cerca de un 90% de la ayuda exterior.

El foco de la cumbre se ha centrado en cómo salir con dignidad del pantano afgano y en asegurarse que los 50 países que forman parte de la coalición seguirán financiando a las Fuerzas de Seguridad afganas (FSA) después del 2014. "Nuestras naciones y el mundo tienen un interés vital en el éxito de esta misión", dijo el presidente de EEUU, Barack Obama. "Confío en que podremos alcanzar ese objetivo hoy y cerrar esta guerra de forma responsable", añadió.

En verano del 2013, todas las provincias afganas quedarán ya bajo responsabilidad de las FSA y el trabajo de los militares de la coalición pasará a ser solo de formación y asesoramiento de los cerca de 350.000 miembros de las FSA, número que se reducirá a 228.000 en el 2015. Esta no era una cumbre para recaudar fondos, como recordó ayer el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, pero Washington ha presionado hasta última hora para asegurarse que sus aliados cumplirán con su parte en la financiación de las FSA.

Este no es un detalle menor, porque ellas solas tendrán que hacerse cargo muy pronto de los talibanes, la red Haqqani y Hezb-I-Islami, los principales grupos de la insurgencia, a los que medio mundo ha sido incapaz de derrotar en los últimos 11 años. El Reino Unido ha prometido 100 millones de dólares anuales; Italia, 120; Turquía, 20.

EEUU aspira a que sus aliados cubran unos 1.300 millones de los 4.100 que cree necesarios al año. Kabul debería contribuir con 500. "No puedo decir que nos hayamos quedado cortos en términos de financiación", respondió Rasmussen a una pregunta que sugería lo contrario.

La cumbre deja algunas decepciones notorias como el fracaso

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