"Llevamos demasiados meses viendo esta crisis acentuarse. Lamento profundamente que el Consejo de Seguridad haya sido incapaz de hablar con una voz clara para detener la sangría. Es un desastre para los ciudadanos de Siria". Hace ya tres meses que el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, pronunció estas palabras. Y aunque desde entonces el Consejo de Seguridad ha dado su apoyo al plan del enviado especial conjunto de la ONU y la Liga Árabe, Kofi Annan, y ha logrado aprobar dos resoluciones, que estipularon el despliegue de una misión de observadores, la inacción sigue dominando.

Esa falta de acción y las limitaciones del mandato de la misión de observadores están multiplicando la sensación de frustración con un Consejo de Seguridad atrapado por los equilibrios de intereses de los cinco países con derecho a veto (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido). Y el último gran fracaso de la diplomacia alienta críticas como las que lanzó la semana pasada en su informe anual Amnistía Internacional. La oenegé denunció que el Consejo de Seguridad está "totalmente agotado, desfasado y cada vez menos capacitado para su propósito".

El organismo podría llegar a considerar que Damasco ha violado las resoluciones 2042 y 2043, abriendo así la puerta a acciones, sanciones o hasta una intervención, un plan que pretende avanzar la Liga Árabe a través de Marruecos (actual representante árabe en el consejo). No hay, no obstante, perspectivas de que esa idea prospere, especialmente por la firme resistencia de Moscú a que se adopten acciones más serias o sanciones.

Ayer mismo, Hervé Ladsous, jefe de las misiones de paz de la ONU, pese a considerar "indudablemente responsable" de la matanza de Houla al Gobierno de Bashar el Asad, insistió también en que "no hay alternativa" a seguir intentando que prospere la misión de Annan. "Nadie tiene otro plan", admitió Ladsous.