La tensión entre Turquía y Siria se ha disparado a causa del derribo, el viernes, de un avión turco por parte de la defensa antiaérea siria. El régimen de Damasco reconoció ayer haber derribado el aparato, un F-4 Phantom que, según el viceprimer ministro turco, Bulent Arinc, no era de combate y realizaba una misión de reconocimiento.

El jefe del Gobierno de Ankara, Recep Tayyip Erdogan, indicó el pasado viernes que no quería precipitarse en dar una respuesta a Siria por el incidente y que no tomaría ninguna decisión al respecto hasta haber aclarado qué ocurrió, pero señaló que su Ejecutivo tomaría "las medidas adecuadas". El ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, mantuvo una reunión de emergencia ayer con comandantes del Ejército y con el jefe de los servicios de inteligencia turcos para determinar los pasos a seguir después del grave suceso y coordinar la operación de búsqueda de los dos tripulantes del caza, a los que el viernes se dio por rescatados pero ayer por desaparecidos.

BAJA ALTITUD Un portavoz militar dijo a la agencia oficial siria, Sana, que "la defensa antiaérea militar detectó un aparato aéreo no identificado que volaba a una altitud baja y a gran velocidad" frente a la ciudad de Latakia, en la costa siria, y fue derribado por la artillería. El portavoz añadió que el avión se estrelló en aguas territoriales sirias al oeste del pueblo de Om el-Tuyur.

El presidente turco, Abdullah Gül, admitió que el F4-Phantom podría haber violado el espacio aéreo sirio, pero subrayó que es una situación que ocurre habitualmente con los aviones militares y que, en todo caso, los pilotos no tenían malas intenciones. "A veces puede ocurrir que los aviones militares, con la velocidad a la que vuelan, especialmente sobre el mar, vulneren las fronteras", dijo Gül. "Es algo frecuente, en el Egeo y el Mar Negro es una simple rutina. Ocurre sin ninguna mala intención", afirmó.

CALMA Gül señaló que el Gobierno de Ankara está en contacto con el de Damasco, a pesar de que las relaciones entre ellos, que antes eran aliados, han quedado muy dañadas por la violencia con la que Asad empezó a reprimir las protestas opositoras.

La ONU intentó calmar los ánimos. El secretario general de este organismo, Ban Ki-moon, pidió "contención y diplomacia" a los dos Gobiernos implicados, sirio y turco, y los instó a "gestionar el incidente por los canales diplomáticos".