Hay un gran cambio de ciclo en Oriente Medio y su periferia. Pese a la inmediatez temporal, la primavera árabe no es su motor sino un epígono. El cambio se inició a finales de los años 70 y tiene por protagonistas a las tres potencias regionales de la zona, Turquía, Irán y Egipto.

Los tres países fueron cuna de civilizaciones y grandes imperios, el otomano, el persa y el faraónico. Los tres pasaron por el empobrecimiento y la desmembración para acabar en la segunda mitad del siglo XX como peones de EEUU en el tablero estratégico de la guerra fría, aunque Egipto lo fuera primero de la URSS. Que Turquía, un país oficialmente laico, pero con una sociedad profundamente islámica, entrara en la OTAN en una fecha tan precoz como 1952 (la organización nació en 1949) indica el gran valor que lo que llamamos Occidente le confería por su posición geográfica. Que el poder estuviera en manos de un Ejército que lo ejercía sin ninguna voluntad democrática, era lo de menos.

Los intereses de Occidente en Irán eran de un orden distinto. Había, y hay, mucho petróleo y el amigo que lo protegía por cuenta nuestra era Mohamed Reza Palevi, el sah de Persia, un sátrapa al que el sustantivo le encaja en las dos acepciones de la palabra, la de déspota y la de gobernador en la antigua Persia.

Y Egipto. Fronterizo con Israel, tras los acuerdos de Camp David fue el garante de la estabilidad en la zona. Tampoco importaba nada la ausencia de democracia y el ejercicio ininterrumpido del poder por el Ejército encabezado por otro sátrapa, Hosni Mubarak, de quien ahora mismo se desconoce si está vivo o muerto.

Los tres, los militares turcos, el sah iraní y el rais egipcio, se empeñaron en la necesaria modernización de la sociedad de sus respectivos países, modernización equiparada a occidentalización. Sin embargo, aquellas sociedades dijeron no y cada una a su modo, pusieron el islamismo por delante. Primero fue Irán. Hace más de 30 años los iranís acabaron con el régimen antidemocrático del sah, solo que han caído en una teocracia tan tiránica como lo fue la del gobernante expulsado.

En Turquía, el islam político llegó al poder democráticamente en 1996. Lo hizo brevemente para volver con fuerza en el 2002 y allí sigue. Ahora le toca el turno a Egipto. Las elecciones legislativas y las presidenciales las han ganado los islamistas aunque el verdadero poder todavía no está en sus manos. Dicen los expertos que en el mundo que se avecina no habrá potencias dominantes. Occidente, sin duda retrocede en Oriente Próximo y aledaños mientras avanzan las potencias regionales.