Tras la publicación de ciertos documentos reservados y del arresto de su mayordomo, el papa Benedicto XVI ha empezado a mover ficha. En los últimos días, el Pontífice ha adoptado algunas iniciativas que parecen apuntar más allá del llamado Vatileaks.

La Secretaría de Estado, equivalente a una presidencia de Gobierno, ha contratado a un director de comunicación para administrar sus relaciones con el exterior. Es Greg Burke, periodista de la cadena Fox y miembro del Opus Dei. Se trata de una importante novedad que condicionará la información del primer ministro del Vaticano, el cardenal Tarsicio Bertone, quien, al no ser un diplomático, algunos consideran un "cuerpo extraño" en el cargo.

Durante el pasado fin de semana, Benedicto XVI reunió a todos sus ministros --lo que no es habitual-- para instarles a mantener la imagen de unidad de la iglesia. Debería ser de cajón, pero con algunos eclesiásticos reivindicando transparencia y otros invocando la dimisión del Pontífice, no lo es en absoluto.

Sugerencias

El mismo día, Benedicto XVI reunió a cinco cardenales, que no participan en los corrillos vaticanos, para pedirles "sugerencias". Mientras la reunión se celebraba, el cardenal André Vingt-Trois de París --un peso pesado-- dijo en la radio de su diócesis que hacía falta más transparencia, y que Bertone, el secretario de Estado, podría dejar el cargo.

Las consecuencias de todo ello serán, según diversas fuentes, que en los próximos meses será nombrado un nuevo secretario de Estado, tal vez un diplomático. El cambio debería desembocar en una reforma del Gobierno central, invocada por los obispos de todo el mundo. La anunció el Concilio Vaticano II (1963-1965), la comenzó tímidamente Pablo VI (1964-1978) y allí se detuvo. Algunos consideran que la estructura centralizada de la iglesia ya no se corresponde con los cambios ocurridos desde entonces. "Vivimos en un momento particular en el que advertimos que se ponen en duda nuestra credibilidad", comenta Angelo Becciu, segundo tras el Papa.

La comisión de cardenales dirigida por Julián Herranz, del Opus Dei, investiga al mayordomo infiel, en cuyo domicilio fueron halladas cuatro cajas de documentos privados. También ha reconstruido la red de quienes la usaron. "Habrá sorpresas", anunció ayer monseñor Herranz. Y todo había empezado con un informe sobre la corrupción interna.