Ni las oraciones ni el crucifijo ni el cuadro de la Virgen le sirvieron de nada a la mujer que pasó la noche esperando a las puertas del Tribunal Supremo para ser la primera en entrar a la sala y escuchar sin intermediarios la que se ha definido como la sentencia del siglo. La máxima instancia judicial de Estados Unidos avaló ayer la constitucionalidad del grueso de la reforma sanitaria del presidente Barack Obama, una victoria monumental para la Casa Blanca, donde, según algunas fuentes, se celebró "con júbilo" la sentencia. El fallo cierra la extenuante batalla legal de estos dos últimos años, pero en cambio, devuelve la reforma al centro de la campaña electoral.

Como estaba previsto, la decisión sobre el mandato individual, que obliga a casi todos los estadounidenses a adquirir un seguro o pagar una multa, se tomó por un estrechísimo margen de cinco votos a favor y cuatro en contra, respondiendo casi al dedillo al perfil ideológico de los magistrados. Solo uno salió de la trinchera: el conservador y presidente del tribunal John Roberts, a cuya nominación se opuso Obama en su época de senador. Roberts se jugaba su legado y también la credibilidad de una institución a la que muchos acusan de estar politizada. Pero acabó rompiendo las quinielas para aliarse con los progresistas y dictaminar que el Estado tiene derecho a imponer multas bajo la autoridad concedida al Congreso para cobrar impuestos.

LEGADOLa sentencia es un espaldarazo importantísimo para Obama, que se jugaba el que seguramente será su legado para la historia, una ley que consumió la primera parte de su mandato y, que de haber sido revocada, podría haberle robado el tiempo y las energías para acometer otros proyectos de calado en un eventual segundo mandato. "Esta es una victoria para la gente de todo el país, cuyas vidas serán a partir de ahora más seguras", dijo el presidente Barak Obama después del pronunciamiento del Supremo.

Pero los republicanos no piensan olvidarse de Obamacare, como llaman a la reforma. Ni tampoco sus cruzados del Tea Party, que nació espoleado por la oposición furibunda a la reforma. O ni siquiera la Iglesia católica, inmersa en una campaña para denunciar la supuesta amenaza que representa para la libertad religiosa. Los conservadores tienen hoy todavía más razones para defender la candidatura de Mitt Romney, como él mismo dijo ayer. "Si queremos deshacernos de Obamacare, vamos a tener que reemplazar al presidente. Mi misión consiste exactamente en eso", matizó .