Mario Monti y Mariano Rajoy comparten algunos problemas económicos, también algunas de las soluciones, pero no las estrategias. El primer ministro italiano, uno de los dos tecnócratas que asumió el poder en Europa el pasado otoño, está empezando a sufrir las consecuencias políticas de la crisis de la deuda soberana y ha decidido dar la batalla en Bruselas, y conseguir una solución.

Al contrario que la mayoría de los dirigentes europeos, el primer ministro italiano llegó ya el miércoles por la noche a la capital belga. Tenía una excusa perfecta: debía recoger un premio en un acto en el que coincidió con el presidente del Eurogrupo y primer ministro de Luxemburgo, Jean-Claude Juncker.

Ayer, a las nueve de la mañana, ya estaba en la sede de la cumbre del Consejo Europeo, donde se reunió con el presidente de esta institución, Herman Van Rompuy, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.

Y entre reunión y reunión telefoneó a la cancillera alemana, Angela Merkel, antes de que esta tomara el avión para dirigirse a Bruselas para comentar los objetivos de la ambiciosa cumbre europea, según fuentes del Gobierno italiano. Todas las gestiones son pocas para intentar doblegar a la dirigente alemana y que quite alguno de los obstáculos para que tanto España como Italia puedan lograr financiarse pero a precios más bajos.

Bendición de las urnas

El antiguo comisario de Competencia y exasesor de Goldman Sachs llegó al poder en Italia sin la bendición de las urnas y con el objetivo de hacer frente a la desastrosa situación económica heredada del exjefe del Ejecutivo, Silvio Berlusconi, pero también para demostrar a los italianos que otra forma de hacer política, aunque sea desde un puesto en el que se ha llegado a dedo, también es posible.