Para elegir al próximo presidente, mañana acudirán a las urnas mexicanas el hombre más rico del mundo, Carlos Slim, y muchos de los más pobres. A pesar de la independencia, la revolución y la innegable modernización, México sigue siendo "el país de la desigualdad", como lo definió el explorador Alexander von Humboldt hace más de dos siglos. "Acaso en ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de las fortunas", podría seguir diciendo el gran geógrafo alemán.

La brecha no ha hecho más que ampliarse. "El país está peor que hace seis años, incluso que hace 12", comentan los mexicanos en estos días de reflexión. Sobre todo en el interior, en medio tanto de la narcoguerra como del aumento de la pobreza. Dos factores decisivos para que la candidata del gobernante Partido Acción Nacional (PAN), Josefina Vázquez, que fue ministra de Desarrollo Social y de Educación, haya ido bajando en las encuestas de intención de voto.

"Más pobres y ricos más ricos", es el balance popular de los 12 años de gobierno del PAN. Al mismo tiempo, los analistas destacan el "tiempo perdido" frente a otros países del subcontinente americano, singularmente Brasil y Chile. Mientras la estabilización de una clase media que también se había empobrecido permite "tirar adelante", la pobreza vuelve a aumentar notablemente en el interior del país, en medio de paternalistas políticas de ayuda.

El último dato añadido al penoso sexenio encabezado por el presidente Felipe Calderón es el de que, solo en sus primeros cuatro años de Gobierno, más de 12 millones de mexicanos pasaron a engrosar el número de pobres. A raíz de la publicación de indicadores privados e internacionales, el organismo mexicano encargado de evaluar el desarrollo (Coneval) reconoció que la pobreza aumentó un 27% desde que Calderón tomó el cargo: de 45,5 millones de pobres en el 2006, a 57,7, más de la mitad de la población, en el 2010.

CRIMINALIDAD La tendencia no se ha frenado. Basta recorrer los arrabales de la ciudad de México o los campos abandonados del interior del país para palpar ese aumento de la pobreza y, como consecuencia y con el señuelo de los narcos, el aumento de la criminalidad. La crisis internacional ha devuelto al país, desde los vecinos EEUU, a millares de indocumentados. Y por las calles deambulan más de siete millones de jóvenes, la mayoría mujeres, que, tras los estudios o sin ellos y sin trabajo, aquí también son denominados ni-nis.

En un contraste que algunos califican de "insolente", el magnate mexicano Carlos Slim permanece al frente de la lista Forbes de los mayores millonarios del mundo a base de aumentar las ganancias de su emporio, mientras la ONU sitúa a varias comunidades de lo alto de la Sierra Madre, espina dorsal del país, con similares índices de subdesarrollo que los pueblos más miserables de África. También las Naciones Unidas señalan que la calidad de la vida se ha desplomado en México y que el país ha quedado relegado de los primeros lugares del continente americano en materia de ingresos, salud y educación.

Según señalan las encuestas, buena parte de los mexicanos han vuelto la vista atrás y se inclinarán por votar mañana por el candidato del PRI , Enrique Peña. Aún en la resaca que provocó hace ya años el fin del boom petrolero, los nostálgicos ensalzan la política de "redistribución de la riqueza" con la que el partido casi único logró institucionalizar la revolución y permanecer 71 años en el poder.

Mientras las mafias ordeñan los oleoductos, la administración de la paraestatal Petróleos Mexicanos, cuyos beneficios maneja el Gobierno de turno, está también sobre la mesa electoral. Enrique Peña deja ese y otros asuntos en manos de los tecnócratas, mientras el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), propone que lo dirija Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente que nacionalizó el petróleo y auténtico ganador de las fraudulentas elecciones de 1988.