Mariano Rajoy se fue ayer de Bruselas visiblemente cansado y sin ganas de comentar los "tecnicismos" del acuerdo al que llegaron de madrugada los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro. Lo dijo él mismo cuando acabó la cumbre, en una rueda de prensa en la que no quiso analizar la letra pequeña del breve texto que los países de la moneda única cerraron para atajar la crisis de la deuda soberana que tiene acorraladas a España e Italia.

Su negativa a abordar al detalle el documento se debe a que el marco del acuerdo es positivo para España por el objetivo que persigue, pero el camino hasta llegar a él, según se desprende de las pocas frases del comunicado, va a ser doloroso. Los socios de la eurozona van a colaborar con España e Italia pero van a imponer condiciones si piden ayuda, pese a que Rajoy lo negó.

DÉFICIT Por esta razón, en vez de salir con una actitud triunfalista como hizo el día 10, cuando habló por primera vez de la "ayuda financiera" de 100.000 millones a los bancos españoles y enervó a sus socios, Rajoy optó por destacar "la victoria del euro", asumir un perfil bajo y, prudente, advirtió: "Tenemos que seguir trabajando y queda mucho camino por recorrer". Y después renovó su compromiso con la reducción del déficit y la aprobación de nuevas reformas.

El pacto alcanzado en la madrugada de ayer ofrece tres herramientas que pueden permitir que los mercados disminuyan la presión sobre la prima de riesgo a corto plazo: la posibilidad de que la ayuda europea llegue directamente a los bancos, la opción de que los fondos de rescate compren deuda soberana y la anulación de la prioridad en el cobro que los préstamos del Eurogrupo tenían sobre los acreedores privados.

CONDICIONES Pero para poder disfrutar de las dos primeras, los socios impondrán condiciones a los gobiernos. En la opción del rescate directo a los bancos, defendida por Rajoy, el acuerdo alcanzado es claro: "La recapitalización directa se basaría en la condicionalidad adecuada, incluido el cumplimiento de las normas sobre ayudas públicas, que debería ser específica de cada sector o a escala de toda la economía y se formalizaría en un memorando de acuerdo".

Rajoy no quiso analizar la frase y afirmó que "no hay ninguna condicionalidad macroeconómica" en la recapitalización de la banca, pese a que la cancillera alemana, Angela Merkel le recordó que el pacto mantiene el "control" para garantizar que no habrá "ninguna prestación sin contraprestación". La misma posición del presidente del BCE, Mario Draghi, que reclamó "condiciones estrictas". "Nada es gratis", avisó Herman van Rompuy, líder del Consejo Europeo.

El presidente del Gobierno también descartó que tenga previsto solicitar que el fondo de rescate compre deuda. Rajoy tampoco quiso dar pistas sobre cuándo presentará el plan 2013-2014 que le exige Bruselas y para el que le ha recomendado que suba el IVA y anule la desgravación por vivienda.

Todos estos peros y contrapartidas empujaron a Rajoy a aparecer cauto y a no quererse arrogar la victoria sobre Merkel que consiguió al apoyar al primer ministro italiano, Mario Monti, que encabezó la rebelión (apoyada por el francés François Hollande) en favor de aprobar medidas a corto plazo para acabar con la crisis de la deuda. Es el primer éxito de Rajoy en política internacional --reconocido por el propio Alfredo Pérez Rubalcaba, al que telefoneó para explicarle el acuerdo-- y curiosamente lo ha encontrado con dos socios con los que no empezó con buen pie. A Monti lo despreció porque fue puesto a dedo en el Palacio Chigi, y con Hollande tuvo un encontronazo cuando el francés dijo que sería deseable que Europa recapitalizara los bancos españoles, a lo que Rajoy le respondió que no sabía que conociera mejor que él la situación de las entidades españolas. Parece mentira, pero de esas palabras de Rajoy solo han pasado 40 días.