El populista Jean François Copé ha arrancado al moderado François Fillon la jefatura de la derecha francesa por un margen tan estrecho --98 votos-- y tras un proceso tan caótico que su propio liderazgo ha quedado amputado.

Su victoria en la cruenta batalla por la sucesión de Nicolas Sarkozy en la presidencia de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), el principal partido de la oposición, tiene un gusto agridulce. Pero el combativo alcalde de Meaux está dispuesto a pagar el coste de imagen de vencer en unas primarias grotescas a cambio de hacerse con las riendas de la plataforma que permitió al expresidente catapultarse al Elíseo.

Marcados por el nazismo

Además de una línea descaradamente escorada a la derecha, Copé, de 48 años, comparte con Sarkozy una ambición sin límite. Su trayectoria no dista mucho del que fuera su mejor enemigo interno mientras ambos aspiraban a optar a la presidencia. Nacido en una ciudad de la periferia chic de París, Boulogne-Billancourt, puede definirse como un "francés de sangre mezclada" igual que el expresidente, fruto de la unión de un emigrante húngaro con una francesa de origen sefardí.

Copé, que fue ministro de Jacques Chirac entre el 2002 y el 2007 pero nunca con Sarkozy, pertenece a una familia marcada por el nazismo. Su abuelo paterno era un judío rumano que llegó a Francia en los años 1920 huyendo de las persecuciones antisemitas y su madre procede de la comunidad hebrea de Argelia. Médico de profesión, el padre del nuevo presidente de la UMP escapó de niño a la deportación a los campos de exterminio gracias a una familia francesa que le escondió durante la pasada segunda guerra mundial. Paradójicamente, el hijo de un superviviente de la barbarie nazi reivindica una "derecha desacomplejada" que no duda en flirtear con las ideas de la ultraderecha francesa, especialmente en lo que se refiere a los extranjeros y al islam.

A lo largo de la campaña, Copé ha denunciado la existencia de un "racismo antiblanco" y levantado una fuerte polémica al sostener que en algunos barrios de inmigrantes se producen escenas "intolerables", como la de un niño al que unos musulmanes quitaron el pan con chocolate para que respetara el ramadán. La anécdota --conocida ya como "el pan con chocolate"-- le ha valido duras acusaciones de agitar la islamofobia y ha alimentado una impopularidad, fuera de las filas de la derecha, que parece cultivar. Su mirada penetrante y estilo directo refuerzan también una reputación de killer, que ha seguido al pie de la letra el consejo que le dio Sarkozy en los años 90: "En política no te darán nunca nada, ¡hay que cogerlo!".

Con la vista puesta en las elecciones presidenciales del 2017, este diplomado de la ENA, la escuela donde se forman las élites de la República, se hizo hace dos años con la secretaría general de la UMP. El cargo ideal para organizar las primeras primarias de la derecha francesa que le han permitido suceder a Sarkozy en la presidencia, aunque sea a costa de una herencia profundamente fracturada.

Su intento de recomponer los platos rotos de la derecha ofreciéndole la vicepresidencia del partido a su rival cayó ayer en saco roto.