Salvador Allende decía que no era el presidente de todos los chilenos. Él hablaba en clave de la lucha de clases que remeció al país en los setenta. Cuarenta años más tarde, otra socialista, Michelle Bachelet, se propone gobernar para “todos”. La corrección no es menor: encierra todo un aprendizaje político. No solo del pasado trágico sino de su primera gestión. Bachelet sabe que será otra vez jefa de Estado a partir de marzo del 2014. Solo resta saber si su certeza se confirma este domingo, en la primera ronda electoral, o deberá esperar un mes.

La exdirectora de ONU Mujer regresó al país en marzo y, desde entonces, inició una carrera imparable cuya estación final debería ser el palacio de la Moneda. Ella compite con otros ocho candidatos. Evelyn Matthei, la abanderada de la derecha, sueña con el segundo turno y que los chilenos cambien sus opciones por arte de magia. Pero los partidos de la coalición conservadora ya dieron por perdida la competencia. En cierto sentido, Chile asiste a una formalidad electoral porque la suerte ya ha sido echada.

Bachelet es respaldada por el socialismo, en sus dos variantes, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Logra, de esta manera, lo que no pudo reunir Allende. La confección del programa de Nueva Mayoría, el nombre de la coalición de centro-izquierda, ha sido una ardua tarea porque tuvo que conciliar intereses contrapuestos. “La Nueva Mayoría no está en condiciones de sustentar sus compromisos”, dijo el exsenador socialista, Carlos Ominami, quien desde el 2010 está al lado de su hijo adoptivo, Marco Enriquez Ominami, líder del partido Progresista, tercero en las encuestas, aunque lejos de poder pasar a la eventual segunda vuelta, el 15 de diciembre. Ominami aludió a la forzada convivencia entre los demócrata cristianos y comunistas, previendo que esas contradicciones se reflejarán más temprano que tarde.

Popularidad horizontal

Bachelet se ha mostrado imperturbable a esos señalamientos durante la campaña electoral. Ha podido comprobar una vez más su popularidad horizontal. La quieren “todos”, por razones diferentes, y muchas veces desprovistas de fundamentos políticos. Ella recorrió el país en su 'bacheletmovil'. El camión itinerante fue más fuerte que sus discursos. Pura imagen convincente, un “triste fuego de artificio”, según el analista Jaime Retamal. A su criterio, la campaña a favor de “otro modelo” es apenas un “juego de máscaras que buscó dotar de un relato grandilocuente a una candidata que es pura conexión emocional, es tal vez la mejor de las señales que nos anticipan lo que todos ya sabemos de antemano: las segundas partes son siempre peores que la original”.

Cerca de la presidenta creen todo lo contrario, que están dadas las condiciones políticas, económicas y culturales para que el país avance sostenidamente por la senda del crecimiento, pero con mejor distribución de la renta y resuelva las asignaturas pendientes de estos 23 años de democracia en salud y educación. La derecha ha avivado durante la campaña el peligro de que los éxitos del 'modelo chileno' se vengan abajo como un castillo de naipes. Las grandes consultoras económicas han descartado de plano ese escenario. El presente no guarda correspondencia con los años setenta. Solo lejanos parentescos simbolizados en las figuras de Bachelet y Matthei, hijas de una víctima de la dictadura, el general Bachelet, y de un miembro de la junta pinochetista, en el caso de la candidata de la derecha.

Los dos goles de Alexis en Wembley

Los chilenos tienen, en las vísperas de las presidenciales, sensaciones encontradas. Hay euforia, pero no siempre por las mismas razones. Unos están felices porque creen que esta vez los cambios son posibles. Otros, porque la selección de fútbol le gano a los ingleses nada menos que en Wembley con dos goles magistrales de Alexis Sánchez. Y otros porque el iPhone 5 llegó ya a las tiendas. La manía consumista se entremezcla en estas horas con la política. “Elige tu candidato por variedad y precio”, señala la publicidad de PC Factory.