Los musulmanes, casi un cuarto de la población mundial, inician entre hoy y mañana el Ramadán, un mes en el que dejan de comer y beber entre el alba y el ocaso, cambian sus comportamientos sociales y prodigan sus muestras de piedad para sentirse más cerca de Alá.

Durante el periodo que comienza entre el sábado y el domingo, según la observación del creciente lunar en el cielo, se multiplican los ritos religiosos, la lectura del Corán y los actos de devoción y recogimiento como forma para lograr la purificación del cuerpo y del alma, sentido último del mes más sagrado.

Aparte de las cinco oraciones diarias decretadas en el islam que se practican durante todo el año, en el Ramadán se añaden ritos como Tarawih (oración especial que se hace antes de la medianoche) además de lo que se llama "tahayud" u oraciones voluntarias que se puede realizar en el último tercio de la noche.

Las mezquitas mantienen sus puertas abiertas casi todo el día y la noche para acoger a los fieles en cualquier momento que lo deseen, además de organizar diversas charlas religiosas y debates durante todo el mes.

Los ayunantes se abstienen no solo de comer y beber durante las horas de luz, sino también de fumar y mantener relaciones sexuales; además, deben evitar la mentira y la maledicencia.

Muchos musulmanes no practicantes, que toman bebidas alcohólicas o comen cerdo, ven el Ramadán como un mes de purificación en el que abandonan esas prácticas. El ambiente en los países musulmanes ayuda, porque los lugares donde se dispensan bebidas alcohólicas cierran todo el mes.

Además, los fieles intentan cambiar su comportamiento, multiplicar las acciones de bondad e incluso se notan cambios en la imagen de las mujeres, ropa más recatada y maquillaje menos llamativo.

Según la tradición musulmana, el Ramadán es un mes especial en el que las puertas del Paraíso se mantienen abiertas y las del infierno cerradas, así como los diablos se quedan encadenados, por lo que muchos fieles lo consideran un momento idóneo para que les sean perdonados y borrados todos sus pecados.

El Ramadán es también el mes donde se estrechan los lazos sociales: el iftar (ruptura del ayuno) es el momento que reúne a toda la familia alrededor de la mesa.

Los musulmanes aprovechan el mes para hacer visitas a sus familiares e incluso para resolver diferencias y reconciliarse con algún pariente.

En este mes también se prodigan los actos de beneficencia, se forman asociaciones caritativas que reparten todo tipo de ayudas a las familias precarias y se organizan banquetes colectivos en las calles cerca de las mezquitas para los ayunantes pobres o aquellos que están solos.

Por otra parte, el Ramadán es el mes de consumo por antonomasia, los gastos sobre los diferentes productos alimentarios se disparan, las pastelerías aprovechan el momento para ofrecer irresistibles y exclusivas creaciones saladas y dulces y registran inéditas colas durante todo el mes.

Es el periodo también en el que las mujeres dedican más horas a la cocina para preparar grandes cantidades de comidas y delicias específicas de este momento.

Y contrariamente a lo que aconsejan los médicos y nutricionistas, los musulmanes rompen sus ayunos con comida copiosa cargada de calorías y grasas con lo que terminan ganando peso y con problemas digestivos.

Y a pesar de que las personas enfermas o débiles y los muy ancianos son exonerados de hacer el Ramadán, muchos desafían esta autorización y los consejos de sus médicos y ayunan.

Los cambios afectan también los horarios diarios de trabajo que se reducen de 8 a seis horas en las diferentes administraciones y empresas, aunque citar la baja productividad del mes es casi tabú porque equivaldría a resaltar aspectos negativos del mes más santo.