Si termina la guerra y decide regresar a su Alepo natal, Ahmed va a tener trabajo a espuertas: es albañil y alguien tendrá que reconstruir una ciudad devastada. Aunque lo que espera ahora mismo este sirio de 39 años es llegar a Alemania con su mujer, embarazada, y sus cuatro hijos. Hasta aquí, todo apunta a que su historia será la de tantos otros sirios. Solo que no es así.

Ahmed comparte un amplio barracón climatizado con su familia en el campamento de Kara Tepe, en la isla griega de Lesbos, así que se ha salvado del hacinamiento, tónica habitual en la zona en los últimos meses. Ahmed llegó a Lesbos antes la medianoche del 20 de marzo, cuando entró en vigor el acuerdo UE-Turquía que evacuó a miles de personas. Solo que él no ha sido evacuado a la Grecia continental como sí ha ocurrido con otras 8.000 personas desde las islas del Egeo el pasado fin de semana.

Ahmed es uno de los últimos refugiados que quedan en las islas griegas que aún puede acogerse al programa de protección europea, bien en forma de asilo en Grecia o bien bajo el esquema de acogida europeo. Uno de los pocos insulares 'pre-20 de marzo' (como los han etiquetado las oenegés). Una especie casi extinta en una isla que ha visto de todo en materia de refugiados. “Población residual”, como se refiere a ellos el portavoz de ACNUR en Lesbos, Boris Cheshirkov.

PROCESO DE REGISTRO

“Este centro tiene una capacidad de 2.500 personas, y podrían ser hasta 3.000”, explica el responsable de Kara Tepe, Stavros Miragiannis. “Pero ahora hay aquí unos 300 visitantes”, detalla, usando unos términos un tanto originales. Lo pueblan 300 inmigrantes 'pre-20 de marzo', “muchos de ellos bajo el programa de reubicación de la UE que están esperando a que se resuelva su caso y desplazarse a un país europeo”, según Cheshirkov.

Más crudo que Ahmed lo tiene el paquistaní Haffe, quien es 'pre-20 de marzo' solo que no puede acogerse a programa de protección alguno porque -cuenta- no tuvo acceso al proceso de registro cuando llegó a Lesbos. “A los paquistanís no nos dieron papeles”, denuncia Haffe, desde un campamento improvisado que gestiona la oenegé No Borders Kitchen cerca del puerto de Mitilene.

El afgano Ali, por su parte, no se aclara. El no es uno de los últimos, sino de los primeros en llegar a Lesbos tras la entrada en vigor del acuerdo draconiano entre la Unión Europea y Turquía. No solo no tuvo suerte en la lotería del nacimiento, sino que tampoco llegó a tiempo a Lesbos.

ASILO EN GRECIA

Ali está en el centro de detención de Moria, donde a estos 'post 20 de marzo' se les da la opción de solicitar asilo en Grecia. De sus siete hermanos, ninguno está con él. Ali tiene 19 años y dice que su cara le hace aparentar más mayor. Eso es lo que él querría porque en realidad sí que aparenta su edad, a pesar de haber crecido más rápido de lo que habría deseado en su Kabul natal. “Empecé el primer año de ingeniería informática en la universidad, pero me quedan otros tres”.

Se tuvo que marchar porque la violencia talibán le hacía la vida imposible. Quiere estudiar. Pasó por Irán y Turquía antes de llegar a Lesbos. Llegar, subir a un autobús y ser llevado a Moria, que antes era un centro de registro y ahora es un centro de detención.

Ali habla desde el otro lado de la valla del lugar, de donde no puede salir. No quiere que le hagan fotos, para evitarse posibles problemas con la policía, como el que se acaba de acercar a la verja para comentar amablemente que los periodistas necesitan un permiso para acercarse a la valla y ver el centro y hablar con la gente y usar sus cámaras.

“¿Crees que llegarás a Alemania?”, le pregunto, antes de alejarme de la alambrada. “Sí, creo que puedo conseguirlo”, responde, convencido. No piensa volver a Afganistán. No ve otra opción.