Un nuevo estallido de descontento social toma las calles de Marruecos. Justicia, dignidad e igualdad han vuelto a ser los eslóganes que con euforia fueron levantados en las últimas horas por miles de marroquíes en varias ciudades del país en protesta por la muerte, el pasado viernes, de un vendedor de pescado.

Mohcin Kifri, un joven de 30 años del Rif (una región situada al norte de Marruecos) compró varias toneladas de pez de espada en el puerto de la ciudad de Alhucemas para luego vender a sus clientes. La policía marroquí le retuvo y le confiscó la mercancía que transportaba por ser ilegal y luego ordenó su envío a un camión de basura para destruirlo. El joven se introdujo en el camión cuando la prensa estaba en marcha para salvar su mercancía y allí dentro perdió su vida, aplastado.

Conmocionados por la tragedia, en pocas horas, los ciudadanos de Alhucemas y alrededores se movilizaron para “exigir justicia en favor del mártir”. La imagen de miles de personas recorriendo las montañas del Rif y que luego se replicaría en otras zonas del país magrebí recordó enseguida la inédita escena del movimiento protesta 20 de febrero de hace cinco años que exigía dignidad para el pueblo marroquí.

MÁRTIR POR DEFENDER UNA VIDA DIGNA

“Nuestro joven Mohcin amaba la vida, era jovial y ambicioso y se ha convertido en un mártir por defender su fuente de vida y su derecho a una vida digna”, le describen muy afligidos sus amigos.

La creciente tensión social es tal que el Rey, Mohamed VI, reaccionó rápido y lo primero que hizo fue enviar al ministro del Interior, Mohamed Hasad, para que asistiera al funeral del pescador en su ciudad natal, Imzuren (a 14 kilómetros de Alhuceima), y diera el pésame a su familia.

INVESTIGACIÓN ABIERTA

Asimismo, el monarca ha ordenado que se abra una investigación minuciosa sobre lo sucedido. Dos gestos con los que Palacio trata de apaciguar la exaltación popular porque por algo muy parecido la llamada “primavera árabe” se desató en 2011, cuando el joven tunecino, Mohamed Bouazizi, se prendió fuego después de que su puesto de ambulante fuera confiscado por las autoridades de aquel país.

Túnez tuvo efectos directos en Marruecos con la aparición en su suelo de un movimiento protesta inédito que ejerció presión sobre el poder central para emprender reformas sociales y políticas. La sensación de que aquellas reformas aún no se han materializado es general y razón por la que el movimiento social no ha desaparecido.

De hecho, en Alhucemas, con la muerte del joven pescador, los habitantes están dispuestos a continuar adelante con las protestas y extenderlas a la situación de marginación económica de la región del Rif, en donde precisamente no son los islamistas del PJD los que ganan los votos, sino sus rivales, los liberales del partido de Autenticidad y Modernidad (PAM), próximos a la institución monárquica.

“El caso de Mohcin nos vuelve a mostrar que la sociedad desempeña un rol de gendarme. Está vigilante ante cualquier injusticia y por ello ocupa la calle y sin miedo”, aseguraron a El Periódico fuentes de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH). Esta organización viene alertando de la lacra de los suicidios que se ha recrudecido en los últimos años entre los jóvenes, bien por desesperanza o injusticia. Sin embargo, la mayoría de los casos se ocultan para que no alcancen a la opinión pública y pueda crear un efecto contagio.