Tiene que ser un muro alto, resbaladizo, resistente a los golpes y con diseño que se funda en el paisaje. Idealmente debería tener 9 metros, aunque se aceptan proyectos a partir de los 5,4 metros. Durante un mínimo de media hora, tendría que resistir los impactos con mazas, picos y otras herramientas para romper materiales sólidos... Hace poco más de un mes, el Departamento de Seguridad Interior presentó el pliego de condiciones para competir por los contratos públicos que se adjudicarán para levantar el muro que Donald Trump quiere construir en la frontera con México. Las primeras ofertas ya se han presentado, pero por más prisa que tenga la Casa Blanca en blindar la frontera, le sigue faltando lo fundamental: el dinero del Congreso para financiarlo.

A menos de una semana para que se cumplan sus primeros 100 días en el poder, el presidente de Estados Unidos parece dispuesto a jugarse la financiación del muro a todo o nada, como hacían los jugadores más osados en sus casinos de Atlantic City. El próximo sábado se cumple la simbólica efeméride, que sirve tradicionalmente como primer examen a la gestión del comandante en jefe, pero ese mismo día también se cumple el plazo para extender la financiación del Gobierno federal. Trump se ha empeñado en vincular una cosa con la otra; quiere incluir los fondos para el muro en la resolución para financiar las actividades del Estado. Es una apuesta arriesgada porque necesita varios votos demócratas en el Senado para prevalecer y, si el órdago le sale mal, Trump podría celebrar los 100 días con una debacle mayúscula: la parálisis del entramado burocrático en Washington.

«El muro es una herramienta muy importante para evitar que las drogas entren en nuestro país y envenenen a nuestra juventud (y a muchos otros)», escribió ayer en las redes sociales. «Si el muro no se construye, que se construirá, el problema de las drogas nunca se resolverá como debería». Durante la pasada campaña, Trump prometió que México pagaría por el proyecto, pero ante el rechazo del vecino del sur a satisfacer su fantasía, ha tenido que reconocer que los fondos tendrán que salir inicialmente de Washington.

Muchos en la capital creen que se equivoca. El acuerdo que negocian desde hace semanas republicanos y demócratas ya incluía varios elementos de su lista de la compra, como un aumento del gasto en Defensa y fondos adicionales para patrullar con más drones la frontera. Pero desde hace unos días la Administración insiste en añadir también los costes iniciales del muro, consciente de que Trump necesita alguna victoria de calado para aumentar sus índices de aprobación, los más bajos a estas alturas del último medio siglo. La última encuesta de NBC News los sitúa en el 42%.

Aunque el neoyorkino ha mantenido una actividad frenética desde que asumió el poder, sus grandes promesas de la campaña siguen sin cuajar: la remodelación de la Sanidad murió a las primeras de cambio; el veto inmigratorio fue bloqueado por los tribunales; y su reforma fiscal no se conocerá hasta este miércoles. De ahí las prisas por presentar resultados. No todos los republicanos están convencidos en que la batalla merezca la pena a estas alturas, especialmente si el precio a pagar es el cierre del Gobierno, un desaguisado que ya se consumó durante dos semanas en el 2013. Pero incluso con todos los votos conservadores en el Senado, Trump necesitaría ocho apoyos demócratas para alcanzar la mayoría cualificada de 60 votos que se necesita para extender la financiación del Estado. Para conseguirlo, el presidente les ha ofrecido fondos adicionales para financiar Obamacare, pero sus rivales políticos no parecen estar por la labor.

«En mi opinión, el muro es inmoral, caro e imprudente, y cuando el presidente dijo ‘Prometí un muro durante mi campaña’, no creo que dijera que le iba a pasar los miles de millones de su coste a los contribuyentes», dijo la líder demócrata en la Cámara baja, Nancy Pelosi, dejando entrever que su partido no cederá a las pretensiones del presidente Trump.