Con el duelo que enfrentará a Emmanuel Macron y Marine Le Pen el 7 de mayo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales se ha confirmado el cambio profundo operado en el panorama político francés que ya auguraban los sondeos.

Este pasado domingo triunfaron dos opciones situadas en las antípodas, pero unidas por el deseo de los electores de desalojar del poder a quienes lo han ocupado durante las últimas cinco décadas.

La derrota histórica del Partido Socialista y de Los Republicanos augura tensiones y ajustes de cuentas en las dos formaciones tradicionales, que tienen la vista puesta en los comicios legislativos de junio. Esa cita será clave para definir los contornos de la nueva configuración política de una Francia dividida entre partidarios y detractores del liberalismo, la globalización y la Unión Europea.

Macron, el candidato de En Marche!, ha logrado, pese a su escasa experiencia en el ejercicio del poder y un programa impreciso, encarnar la renovación que demanda una parte de la sociedad francesa.

Al exministro de Economía se le han alineado los planetas para despejarle el camino de los rivales más serios y ha ganado una apuesta arriesgada al obtener un 24,01% de los votos en la primera ronda, según los datos definitivos publicados por el Ministerio del Interior.

Macron se beneficiará del frente republicano que empieza a fraguarse para cortar el paso a Marine Le Pen. Ayer, los órganos de dirección de socialistas y conservadores oficializaron su apoyo al contrincante de Le Pen. También el presidente François Hollande pidió el voto para el líder centrista en una breve intervención en el Elíseo, alertando de los riesgos de una victoria de la ultraderecha.

Marine Le Pen, por su parte, ha fracasado en su intento de convertir al Frente Nacional en el primer partido de Francia pero, con un 21,30% de los sufragios, ha batido los récords -el de su padre en el 2002 (16,9%) y el suyo propio en el 2012 (17,9%)- al cosechar más de 7,6 millones de votos. La ultraderechista ha superado tanto al Partido Socialista como a Los Republicanos, algo inédito en la historia de la quinta República.

En las sedes de las dos formaciones vapuleadas en la primera vuelta se hicieron ayer los primeros análisis, augurando tensiones y ajustes de cuentas tras el revés electoral de sus candidatos. François Fillon, desgastado por el escándalo de los supuestos empleos ficticios de su mujer e hijos, terminó tercero en la tabla con el 20,05%, a pesar de que en noviembre, el vencedor de las primarias de la derecha tenía ante sí una avenida que le conducía directamente al Elíseo. Ayer anunció que no será candidato a las legislativas, sin aclarar si se retira de la vida política o no.

Con un humillante 6,36%, el candidato socialista, Benoît Hamon, deja al Partido Socialista al borde de la descomposición. Su resultado es el peor del partido desde 1969. «Un desastre, una derrota moral, una conmoción», reconoció el exministro rebelde de Hollande, que desbancó al reformista Manuel Valls de las primarias socialistas.

En la nueva relación de fuerzas de la izquierda habrá que tener muy en cuenta la espectacular progresión del candidato de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, que se alzó con un 19,58% de los votos. Un buen resultado que no le hizo saltar de alegría en la noche electoral. Visiblemente contrariado, Mélenchon se negó a dar una consigna de voto en la segunda vuelta y dejó la decisión en manos de los militantes.