El frente republicano para cortarle el paso a la ultraderecha en la segunda vuelta de las presidenciales francesas del próximo 7 de mayo corre el riesgo de ser menos sólido que hace 15 años, cuando el conservador Jacques Chirac venció al líder del Frente Nacional, Jean Marie Le Pen, con el 82% de los votos.

Pese a las dificultades para ampliar su base electoral y forjar alianzas, Marine Le Pen no da nada por perdido y en los 12 días de campaña que la separan de la votación final se ha propuesto desafiar los sondeos que le auguran una derrota.

Sin tomarse un solo día de respiro, la líder del Frente Nacional se lanzó a la conquista de dos tipos de electores: los del izquierdista Jean Luc Mélenchon que pueden sentirse atraídos por su discurso altermundialista y los del conservador François Fillon identificados con sus tesis soberanistas.

Para dar imagen de apertura, Le Pen ha recurrido a la treta de renunciar temporalmente a la presidencia del Frente Nacional para presentarse solo como candidata al Elíseo. Además, ha multiplicado los ataques contra su rival, al que considera el representante de las élites y «partidario de una globalización salvaje y la inmigración masiva».

«EL VOTO SE CONQUISTA» / La última encuesta de Ifop otorga a Le Pen una intención de voto del 39% y da la victoria a Emmanuel Macron, con el 61%. Pero el candidato de En Marche! no ha llegado todavía al Elíseo y ayer el presidente François Hollande le hizo una seria advertencia. «Conviene ser extremadamente serio y pensar que nada está ganado, porque el voto se conquista», dijo durante un desplazamiento en el oeste de Francia.

El presidente cree que el principal reto en la segunda vuelta es impedir que el voto del Frente Nacional siga creciendo. «Para el país no es lo mismo que la extrema derecha obtenga el 20%, el 30% o el 40%», alertó.

La voz de Hollande se une a la del aliado centrista de Macron, François Bayrou, quien aconsejó al joven exministro de Economía hacer campaña hasta el final y evitar el inmovilismo.

Durante estos dos últimos días Macron ha sido criticado por el tono triunfal del discurso del domingo tras conocer el resultado de la primera vuelta y la celebración de la victoria en La Rotonde, un mítico restaurante de Montparnasse, como si hubiera conquistado ya la presidencia de la República.

La imagen no ha sido positiva, porque recuerda la de Nicolas Sarkozy en el 2007 festejando su triunfo en el lujoso restaurante Fouquet’s con un nutrido grupo de poderosos empresarios franceses. «Nunca pensé que estuviera ganado. Hay que luchar y explicar. Y es lo que voy hacer, seguir luchando para defender hasta el final el campo de los progresistas», respondió Macron al ser preguntado por las palabras del presidente.

El candidato defendió su estrategia y el ritmo elegido para la campaña de la segunda vuelta. Su intención es lograr una amplia adhesión en torno a su proyecto, más que ser elegido por defecto o como consecuencia del rechazo al Frente Nacional.

Para ello, el exbanquero de 39 años tendrá que dar respuesta al malestar de la Francia rural, desindustrializada y pesimista, en la que triunfa el discurso populista de Le Pen.

La apuesta de Macron pasa también por preparar el terreno de las elecciones legislativas de junio para lograr una mayoría en la Asamblea Nacional y evitar llegar al Elíseo como rehén de la derecha, que, tras la derrota de François Fillon, tiene en su punto de mira conquistar Matignon (sede del primer ministro). No lograr esa mayoría parlamentaria le abocaría a un Gobierno de coalición o, lo que sería peor para él, de cohabitación.