A los 27 jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea -todos salvo la británica Theresa May- les bastaron ayer menos de cuatro minutos para aprobar las directrices que servirán de guía en la negociación del divorcio con el Reino Unido. Una exhibición de fuerza y de unidad inédita para enseñar los dientes a Londres ante un proceso que arrancará tras las elecciones británicas del 8 de junio. «Lo único sorprendente ha sido la inusual rapidez, menos de cuatro minutos. Creo que es la primera vez en nuestra historia», resumió el presidente de la UE, Donald Tusk, tras la cumbre extraordinaria sobre el brexit.

El texto es prácticamente calcado al que presentó el dirigente polaco el pasado 31 de marzo, tan solo dos días después de que May entregara la carta que activó el brexit. Los negociadores de los 27 se han pasado las dos últimas semanas puliendo el documento -de ocho páginas- aunque los cambios han sido mínimos. «No solo estamos unidos en la sustancia sino también en el método para conducir las negociaciones», destacó el presidente de la UE.

Y lo primero, dice la estrategia, será negociar los derechos de los ciudadanos -«necesitamos garantías reales para los 4,4 millones de europeos que residen en Reino Unido y los británicos en el continente», reiteraron muchos dirigentes-, el coste de salida y las fronteras de Irlanda.

RESIDENCIA PERMANENTE / La Comisión Europea, que aprobará el mandato negociador este miércoles, quiere que Londres reconozca a los europeos, una vez se consume el brexit el 29 de marzo de 2019, el derecho a adquirir la residencia permanente tras un período de cinco años de residencia legal y que el proceso administrativo sea simple.

Los 27 también aspiran a que los británicos se hagan cargo de los compromisos financieros ya asumidos -se estima en 60.000 millones- y a encontrar una solución «flexible e imaginativa» para evitar una frontera dura con Irlanda del Norte que ponga en riesgo los acuerdos de paz de Viernes Santo. De hecho, más allá de la cláusula en la que los 27 aceptan recoger el derecho de veto de España a la aplicación del acuerdo en el Peñón de Gibraltar, los líderes europeos también aceptan otro punto incómodo para Londres: que en caso de reunificación de Irlanda la incorporación de Irlanda del Norte a la UE sea automática.

El primer ministro irlandés, Enda Kenny, admitió que hoy por hoy no se dan las condiciones para una reunificación pero se mostró satisfecho con el resultado. Y lo mismo, el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. «Nos parece estupendo y a los demás también porque no ha habido nadie que ha discutido ni una sola línea», explicó sobre la cláusula de Gibraltar. En todo caso, hasta que no haya «suficientes progresos» sobre las tres cuestiones prioritarias, los 27 no aceptarán empezar a hablar el gran objetivo de May: un acuerdo comercial con la UE lo antes posibles. «Tengo la impresión de que, a veces, los amigos de Reino Unido, no todos, subestiman las dificultades técnicas que tenemos frente a nosotros. No son asuntos simples y llevará tiempo», avisó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

Ayer fueron varios los dirigentes que avisaron a la conservadora británica de que no se haga ilusiones ante una estrategia del divide y vencerás. «Si alguien espera que las divisiones entre los 27 vayan a ayudar a Reino Unido a conseguir un acuerdo mejor es pura ilusión», recordó Tusk. No lo tiene tan claro el presidente galo, François Hollande, que en menos de diez días abandonará el Palacio del Elíseo. «Toda negociación es una relación de fuerzas. Si tenemos la mínima división (durante el proceso) el Reino Unido la utilizará», alertó a sus colegas.

TENSIONES CON LA FACTURA / Juncker también dejó otra nota realista. Admite que mantener la unidad escenificada ayer, y celebrada con una gran aplauso en la sala, será difícil y que el foco de los enfrentamientos más gordos en el seno de la Unión Europea será sin duda la factura del brexit. «Hay quien no quiere pagar más y quien no quiere recibir menos», explicó elocuentemente. Es decir, más allá arreglas los compromisos financieros asumidos por Londres con la UE, el dinero que deje de poner en el presupuesto europeo -unos 10.000 millones anuales- o bien lo tendrán que poner los países contribuyentes netos o bien tendrá que pactarse en el futuro unas cuentas muchos más austeras que significarán menos recursos para los países más pobres.