Hacía días que no recibían noticias de ellas y, el jueves por la noche, los amigos de Halla Barakat, una joven periodista opositora siria, fueron a buscarla su casa, en Estambul. Como nadie contestó, llamaron a la policía, que forzó la puerta y entró en la vivienda.

Allí encontraron los cuerpos de Halla, de 22 años, y su madre, Orouba Barakat, de 60, la opositora al régimen de Bashar el-Asad más activa de Estambul. Ambas fueron encontradas con varias cuchilladas en el estómago, signos de que habían sido estranguladas y cubiertas de detergente para que los cuerpos no oliesen: según la policía, quién las mató -algo que de momento se desconoce- lo hizo hace tres días.

Las dos eran muy famosas en la numerosa comunidad siria de Turquía. «Todos los que nos hemos refugiado aquí y que somos políticamente activos las conocíamos personalmente. Halla era una chica muy honesta y activa. Era muy crítica tanto con el Gobierno sirio como con el Estado Islámico», dice un refugiado sirio que vive en Estambul y que, como Halla y Orouba, participa de forma activa en la comunidad opositora siria en Turquía. «Aunque no entiendo por qué lo han hecho, quien sea que lo ha hecho. Supongo que puede haber sido el régimen, pero ahora que la guerra está terminando no ganan nada con su asesinato», explica este joven.

Madre e hija se hicieron figuras reconocidas por sus artículos en los que denunciaban las torturas a las que el régimen de Asad sometía a los opositores en las cárceles del país. Cuando empezó la guerra, ambas se refugiaron en el Reino Unido y después en Arabia Saudí antes de instalarse en Estambul, donde Halla trabajó en Orient News TV, una televisión opositora siria con sede en Dubai.

«Creo que esto nos puede ocurrir a todos los sirios opositores que estemos tanto dentro como fuera de Siria. Tanto en Turquía como en Europa. Los servicios secretos sirios tienen a mucha gente en todo el mundo y el peligro sigue», dice el joven.