En el mundo de la diplomacia suelen mantenerse algunas formas, incluso cuando se está en profundo desacuerdo. Se hacen gestos como abandonar una sala para mostrar rechazo a un orador. Lo que no es habitual es reírse abiertamente de quien habla. Pero eso pasó ayer en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, usó en su discurso ante la Asamblea General una de sus habituales hipérboles (concretamente para defender supuestos y no demostrables logros históricos en sus primeros 19 meses de mandato). Más allá de la inusual reacción (que Trump encajó con bastante deportividad para sus parámetros de ego) hubo escasos motivos para la alegría.

En 34 minutos el ocupante de la Casa Blanca se enrocó en las posiciones aislacionistas, nacionalistas y proteccionistas de su «América primero». Construyó un discurso patriotero, o cuando menos de exaltado patriotismo, y redobló su asalto al multilateralismo. Amenazó, y no solo a países concretos como Irán o Venezuela, sino a la propia ONU. Aplaudió a países que provocan dudas democráticas, como Polonia o Arabia Saudí. Y aunque discursos como el del Secretario General de la organización, Antonio Guterres, o el del presidente francés, Emmanuel Macron, demostraron su creciente aislamiento, Trump también dejó claro que no tiene ninguna intención de dar ni un paso atrás.

«No seremos gobernados por un órgano internacional que no rinde cuentas ante nuestros propios ciudadanos», dijo. «Rechazamos la ideología del globalismo, abrazamos la doctrina del patriotismo», explicó. Trump presumió de las guerras comerciales que ha abierto, en especial con China; defendió que ha empujado a Corea del Norte hacia la desnuclearización y se mostró orgulloso de haber roto unilateralmente el acuerdo del 2015 para frenar el programa nuclear de Irán.

Reiteró su rechazo a reconocer el Tribunal Penal Internacional, presumió de abandonar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y de no haberse sumado al Pacto Mundial de Migraciones, al tiempo que defendió el recorte de las aportaciones estadounidenses a la ayuda internacional y a las operaciones de paz de la ONU. «En el futuro solo vamos a dar ayuda a quienes nos respeten y sean, francamente, nuestros amigos», anunció.

IRÁN Y VENEZUELA / En la diana más directa de Trump estuvieron Irán y Venezuela. Pidió «aislar» a Teherán, al que volvió a denunciar como «principal patrocinador del terrorismo» y «dictadura corrupta», y le responsabilizó de crisis como la guerra en Siria o en Yemen (donde, con increíble descaro, aplaudió supuestos esfuerzos para la paz de Arabia Saudí). Respecto a Caracas, Trump dio el discurso justo después de que su Administración anunciara nuevas sanciones, pero su crítica a la «tragedia humana» que ha provocado el Gobierno de Nicolás Maduro tenía un objetivo más amplio. «Virtualmente donde sea que se ha probado el socialismo ha producido sufrimiento, corrupción y decadencia», dijo.

En su turno, Macron ofreció la más contundente réplica a Trump. El francés denunció «cierto nacionalismo que vemos hoy, blandiendo la soberanía como forma de atacar a otros». Advirtió de que «el unilateralismo solo lleva a la confrontación de todos contra todos» y dijo que «la ley del más fuerte solo exacerbará tensiones y violencia». «No se conviertan en indiferentes», clamó. «No acepten la erosión del multilateralismo, no acepten que se desarme nuestra historia». No hubo risas en la sala, sino un contundente y largo aplauso.