El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió ayer por segundo año consecutivo a usar la mayor cita de la diplomacia global para marcar, defender y promulgar su política aislacionista. «Rechazamos la ideología del globalismo, abrazamos la doctrina del patriotismo», manifestó en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

Por motivos que la Casa Blanca no aclaró, el presidente estadounidense llegó con retraso a la sede de la ONU desde la Torre Trump. Pero la ligera demora en su intervención no alteró el mensaje, el mismo con el que construyó su campaña, con el que llegó a la Casa Blanca, con el que ha hecho política durante casi dos años y con el que ya se presentó en la cita de 193 naciones el año pasado. Ayer cobró forma en frases como: «Estados Unidos no os dirá cómo vivir, trabajar o rezar, solo pedimos que a cambio respetéis nuestra soberanía».

La intervención estuvo plagada de defensa de sus políticas unilateralistas y de pasos dados y anunciados que debilitan, precisamente, la cooperación global. Trump, por ejemplo, se reafirmó en las políticas proteccionistas que han abierto guerras comerciales con China y, aunque más débiles, también importantes con aliados como la Unión Europea, Canadá o México. «No seguirán aprovechándose de EEUU», dijo en un momento. «EEUU nunca se disculpará por proteger a sus ciudadanos, siempre actuaremos en nuestro interés nacional», declaró también.

De boca de Trump también salieron justificaciones para sus restrictivas políticas de inmigración y sugerencias de apoyo a países que siguen la misma línea de endurecimiento de fronteras. Usó su discurso para aplaudir dos veces a Polonia, también a Arabia Saudí y a Israel. Y lo hizo en la misma intervención en que justificó su decisión de abandonar del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y redobló sus ataques al Tribunal Penal Internacional. Trump anunció también que pretende recortar aún más las contribuciones económicas a la organización, adelantando que no superará el 25% del presupuesto de las misiones de mantenimiento de paz, y también la ayuda internacional.

AMIGOS Y ENEMIGOS / Y tras informar de que el secretario de Estado, Mike Pompeo, va a revisar esas contribuciones y ayudas, avanzó: «En el futuro solo vamos a dar ayuda a quienes nos respetan y sean, francamente, nuestros amigos». Tanto sus palabras como sus acciones muestran que la ONU y sus ideales no casan con la agenda nacionalista y patriótica de alguien que se entrega mucho más a negociaciones bilaterales y acciones unilaterales que a la diplomacia global. Pero aprovechó la audiencia global había arrancado haciendo un repaso de los «progresos extraordinarios» que supuestamente ha logrado su Administración en términos de política nacional, especialmente en economía y empleo.

Trump destacó la nueva relación iniciada con Corea del Norte, el país al que desde el mismo escenario amenazó con la «destrucción completa» hace 12 meses y a cuyo líder, Kim Jong-un, ahora aplaude por su «valor». Acusó a Irán de ser «el mayor patrocinador del terrorismo», y defendió la ruptura unilateral del pacto de 2015 que frenó el programa nuclear militar de Teherán y la reimposición de sanciones. Venezuela fue la otra gran diana de Trump. Su Administración anunció minutos antes de su discurso nuevas sanciones y en la intervención Trump pidió la «restauración de la democracia» en el país, usando el ejemplo de Caracas para pedir que todos los países «deben rechazar el socialismo y la miseria».