Claramente irritada por la deslealtad sin tapujos de los suyos, es una Theresa May en peligro inminente de caer al vacío, la que inauguró la Conferencia anual del Partido Conservador en Birmingham. La portada del Sunday Times reflejaba el ambiente de la reunión. «Boris [Johnson] contra May. Ahora es la guerra». En el dominical, May acusaba a los que critican su plan de Chequers para el brexit de jugar a la política con el futuro del Reino Unido. «El mensaje a mi partido es que nos unamos por el mejor acuerdo para el Reino Unido», expuso en la BBC. Pero también dijo estar preparada para que no haya acuerdo. Para Johnson, Chequers es «grotesco y absurdo» y añadió una puñalada recordando que él y no May, votó en el referéndum a favor del brexit.

Las divisiones sobre la fórmula para salir de Europa dominan la conferencia en un ambiente de crispación. Con la increíble determinación de sacar adelante un plan, que todos, menos May, parecen dar por muerto, la primera ministra se enfrenta a los euroescépticos. Una de sus figuras, el exministro para el brexit, David Davis, pidió a May que cambie de táctica y adopte el plan comercial similar al de Canadá, porque Chequers, «no cumple con lo que la gente esperaba del referéndum, tomar control de las leyes, y tampoco devuelve el control de las fronteras». Si Birmingham no es el lugar para asestar el golpe final a la líder, sí es en cambio la plataforma para que ministros y diputados tanteen el terreno y busquen apoyos, con la vista puesta en la sucesión. Ochenta diputados tories aseguran que votarán contra Chequers en la Cámara de los Comunes.

Johnson es el favorito de las bases conservadoras, como ratificaba el domingo un sondeo en The Observer. El exministro de Exteriores ha venido atacando desde hace semanas en sus artículos la estrategia de May para el brexit. «Boris Johnson en sus columnas en el Daily Telegraph ha estado tratando de montar la presión y mostrar que es un líder a la espera. Está tratando de lograr apoyos entre los militantes, los diputados, los distritos electorales para convertirse en el futuro líder», explica a este diario Tony Travers, profesor de la London School of Economics. «Pero eso tiene dos efectos. A algunos miembros les encanta Johnson, pero muchos diputados conservadores ven su comportamiento como una deslealtad».

La lucha con el liderazgo se mezcla con el futuro del brexit. Johnson será el protagonista de un acto en Birmingham, la víspera del discurso de la primera ministra. Amenazada por los suyos, aislada en Europa, humillada dentro y fuera de casa, el reto los próximos tres días será para May evitar que las desavenencias internas resulten demasiado estruendosas y mantener a su a lado a algunos leales, como el titular de interior, Sajid Javid, o el de exteriores, Jeremy Hunt.

AMENAZA LABORISTA / El brexit no es el único problema para May. Tras el congreso de los laboristas la pasada semana, con una propuesta para la regeneración económica tras años de política tory de austeridad, aumenta la presión para frenar el mensaje populista de Jeremy Corbyn. Obsesionados con su fobia a Europa, los tories se olvidan de gobernar y unas elecciones anticipadas no son descartables. Birmingham es un mal trago para militantes y simpatizantes. Nada que celebrar. La imagen del principal partido británico es la de una formación envejecida, que «corre el peligro de convertirse en un partido de nacionalista nostálgicos», como han advertido varios conservadores de peso.

May debe dar una respuesta al programa social de Corbyn, pero los desacuerdos son profundos sobre cómo luchar contra esa amenaza. Acabar con los recortes, proponen unos. Seguir con el plan de austeridad, reclaman otros. «Hemos perdido el rumbo», dijo Sam Gymimah, secretario de Estado para Negocios, exigiendo una actitud favorable hacia el mundo de las grandes corporaciones y las finanzas.