«Hoy más que nunca, estamos convencidos de que el socialismo bolivariano del siglo XXI es el único modelo capaz de brindar al pueblo venezolano la mayor suma de felicidad social». La confianza en el futuro de Nicolás Maduro parece inquebrantable a pesar de las desventuras y conspiraciones. Y por eso, en el Día Internacional de la Felicidad hizo un nuevo acto de fe en las redes sociales.

Cuando volvió la luz y empezó el inventario de estragos, los venezolanos se vieron frente a un espejo de oscuridad que no da lugar al horizonte de dicha. De un lado, una parte de la sociedad teme un nuevo corte de energía y que también falte el agua.

El miedo ha entrado en el cuerpo al punto de que el ministro para la Agricultura Productiva y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, llamó a la población a estar preparada para una eventual falla como consecuencia de un sabotaje contra las instalaciones. «Nosotros tenemos la cultura de los alimentos frescos. Creo que ya hay que ir pensando en las conservas de carne y pollo, en los concentrados, en las harinas de los tubérculos [...], que simplemente usted las puede preservar mejor, incluso sin electricidad», dijo a Venezolana de Televisión.

La recomendación choca, sin embargo, con aquello que los días sin energía pusieron entre paréntesis: la escasez y la depreciación del bolívar soberano. No es tan sencillo ni más barato adquirir las latas. La Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional asegura que en los dos primeros meses del 2019 la inflación ha sido del 348,2%. La tasa interanual entre febrero del 2018 y este año ascendió a 2.295.981.8%.

Caída del PIB del 60%

El FMI calcula en tono amenazante que si se completa la era Maduro (2013-23) el PIB se habrá retraído un 60%. La economía de un país cae en ese pozo sin fondo como consecuencia de una guerra. Y eso es lo que precisamente asegura el Gobierno al hablar de los efectos de las agresiones de EEUU, aunque, como en el tema de la felicidad, no logra convencer a todos. Maduro aumentó cinco veces el salario mínimo en el 2018 y decretó una subida de un 400% en enero, pero la hiperinflación ya se lo ha devorado. Los 18.000 bolívares de la paga mínima y el bono de alimentación, de una cifra similar, equivalen a 9,4 euros. El día que la población pudo encender otra vez sus ordenadores y cargar sus teléfonos, tras 100 horas de apagón, los productos valían un 100% más. Al mismo tiempo, la economía de la escasez favorece otro tipo de intercambios: un neumático o un viaje en taxi por alimentos.

No sin cierta mordacidad, Elías Pino Iturrieta comparó este presente con tiempos decimonónicos recordando las palabras de James Mudie Spence: «No existía una moneda venezolana. Las de otros países se consideraban legales».