No cesa la presión estadounidense sobre Irán. Cuatro días después de que Donald Trump abortara a última hora los planes militares para castigar a Teherán por el derribo de uno de sus aviones espía no tripulados en el estrecho de Ormuz, la Casa Blanca ha impuesto nuevas sanciones sobre el Estado persa, sometido a una inclemente campaña de guerra económica desde que Washington rompiera el año pasado unilateralmente el acuerdo nuclear firmado por Irán con las grandes potencias. Esta vez las sanciones recaen sobre el líder supremo iraní y otros altos cargos del régimen. Aunque la presión económica continúa, se ha rebajado el tono de la retórica que emana desde Washington. Trump dijo el domingo que está dispuesto a negociar sin precondiciones con Teherán.

El presidente ha definido las nuevas sanciones como «contundentes» y ha dicho que son parte de la respuesta a las «agresivas acciones iranís» de las últimas semanas. Washington ha acusado a Teherán de atacar a cuatro petroleros en el estrecho de Ormuz, por donde circula el 30% del crudo mundial, y de derribar un RQ-4 Global Hawk, un dron espía supuestamente diseñado para burlar los radares enemigos. Aunque Teherán sigue negando el sabotaje de los cargueros, se atribuido la autoría del avión abatido, que según sus militares había invadido el espacio aéreo iraní, una versión que disputa la Casa Blanca.

«Vamos a seguir aumentando la presión sobre Irán», ha asegurado Trump al firmar por decreto la nueva ronda de sanciones. «Nunca permitiremos que Irán se haga con una bomba nuclear». Las nuevas medidas punitivas se centran en el ayatolá Ali Jamenei y varios comandantes a los que EE UU responsabiliza de los últimos ataques. Pretenden vetar su acceso al sistema financiero. «Servirán para bloquear miles de millones en activos», ha dicho el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin. También se sanciona al ministro Javad Zarif.

No le quedaban demasiadas opciones a EEUU para seguir sofocando a la economía persa. El 80% de su tejido productivo ya estaba bajo sanciones, según el secretario de Estado, Mike Pompeo. Casi un millar de entidades e individuos iranís han sido ya sancionados, una lista que incluye desde los bancos, a las aerolíneas pasando por la marina mercante. El pasado mes de mayo la Casa Blanca castigó las exportaciones iraníes de acero, aluminio, hierro y cobre, y acabó con las exenciones concedidas a países como China o India para que siguieran comprando crudo iraní. El embargo se está cebando con los 81 millones de habitantes del país. Está previsto que su economía contraiga este año un 6% del PIB, después de caer un 4% el año pasado, según el FMI. La inflación se disparado hasta el 37%, lo que está afectando al precio de los productos básicos.

Teherán ha reiterado que no negociará con EE UU hasta que se reviertan las sanciones y sus militares han advertido que no les temblará el pulso si las fuerzas estadounidenses vuelven a acercarse a su territorio. La nueva vuelta de tuerca de la Casa Blanca coincide con el viaje de Pompeo a Arabia Saudí y Emiratos, donde se ha reunido con su liderazgo para informarles de las intenciones estadounidenses de mantener la campaña de «máxima presión» contra Irán. La Administración Trump también está estudiando la idea de crear una fuerza internacional para proteger a los buques que transitan por el estrecho de Ormuz, una iniciativa que se discutira a finales de esta semana en la reunion del G-20 en Japón.