Entre las primeras medidas que adoptó Joe Biden a llegar a la presidencia de Estados Unidos estuvieron acciones ejecutivas para retornar al Acuerdo del Clima de París, frenar la salida de la Organización Mundial de la Salud y restaurar el programa de asentamiento de refugiados. Fueron decisiones "bienvenidas cálidamente" por el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, con las que Biden revertía pasos dados por Donald Trump. La reactivación del compromiso del demócrata con el organismo internacional, no obstante, va mucho más allá de la lucha contra la emergencia climática y la pandemia de coronavirus o el retorno a los estándares internacionales humanitarios en asilo y uno de sus claros objetivos es frenar el avance de China que se ha producido en los últimos años, especialmente dentro de la ONU, aprovechando la retirada de Trump del multilateralismo.

Esa prioridad ha sido deletreada este miércoles en el comité de Relaciones Internacionales del Senado por Linda Thomas-Greenfield en su vista de confirmación como embajadora ante la ONU (un cargo al que Biden devuelve rango de miembro de gabinete). La veterana diplomática ha adoptado la línea dura en su discurso sobre China, ha tildado a Pekín de “adversario estratégico”, ha asegurado que representa una “amenaza para sus vecinos y en todo el mundo” , ha denunciado sus “violaciones de derechos humanos” y sus “ambiciones autoritarias” y ha prometido buscar plantar cara tanto en el Consejo de Seguridad como en el resto del organismo internacional.

"Sabemos que China está trabajando en todo el sistema de la ONU para impulsar una agenda autoritaria que se alza en contra de los valores fundacionales de la institución, valores estadounidenses", ha dicho. "Su éxito depende de nuestra continua retirada.

Contribución financiera

El concepto de Thomas-Greenfield en la ONU, y por extensión de Biden, es retornar a todos los órganos de los que Trump se ha alejado y también ponerse al día en las contribuciones a Naciones Unidas, donde la Administración Trump retuvo casi 1.000 millones de dólares en financiación. Concretamente la diplomática ha citado no solo la OMS sino también, por ejemplo, la Unesco o la Agencia para los Refugiados de Palestina, a la que el presidente demócrata se ha comprometido a volver a financiar. “No pagar nuestras facturas realmente minimiza nuestro poder y liderazgo y necesitamos pagar para tener un asiento en la mesa”, ha insistido. “Si estamos fuera no tenemos voz”.

Aunque se da por segura la confirmación en el pleno del Senado de Thomas-Greenfield, que fue embajadora en Liberia y estuvo al frente de Asuntos Africanos en el Departamento de Estado de Barack Obama, la vista de este miércoles ha mostrado también las reticencias a su figura entre algunos republicanos, especialmente por un polémico discurso que ofreció en 2019. Aquella intervención en la Universidad Estatal de Savannah (Georgia) estaba patrocinada por el Instituto Confucio, financiado por el Partido Comunista Chino, y fue demasiado suave y optimista sobre las políticas e intenciones de China en África.

Este miércoles la diplomática ha mostrado su “profundo lamento” por haber ofrecido aquel discurso pero lo ha enmarcado como parte de sus esfuerzos por promocionar la carrera diplomática entre jóvenes de color y también ha defendido su “largo historial de hablar de la influencia maligna de China”.

"Cambiar el enfoque"

Aun aplaudiendo esfuerzos de su predecesora, Kelly Kraft, por contener a Pekín en el Consejo de Seguridad, Thomas-Greenfield ha apostado por la vía multilateral y, tras asegurar que “uno de los fracasos (de la administración Trump) es que EEUU no sumó a aliados”, ha dicho que el éxito dependerá de “ir mano a mano con países que piensan como nosotros”. Además, ha defendido el enfoque hacia China que tuvo la Administración Obama aunque ha asegurado también que Pekín “se ha vuelto más agresivo y hay que cambiar el enfoque. Debemos ser más estratégicos”.