Con un saldo de heridos y detenidos por determinar, la policía de Birmania (Myanmar) ha cargado este sábado con violencia contra diversas concentraciones pacíficas de protesta contra la junta militar que tomó el poder en un golpe el pasado 1 de febrero, organizadas en Rangún, su capital vieja, y otras ciudades del país.

Hasta tres medios locales dan noticia del a muerte de al menos una mujer, posiblemente por disparos de fuego real de la policía, en la ciudad de Monwya.

Los agentes antidisturbios golpearon con brutalidad, informa la agencia Efe, a numerosas personas desarmadas. Entre los detenidos hay periodistas y fotógrafos que cubren las protestas. Un número tampoco determinado aún de arrestados ha sido ya liberado.

En la represión de las concentraciones la policía birmana ha disparado botes de gas lacrimógeno y bolas de goma, así como granadas aturdidoras, después de que diversos controles instalados desde primera hora de la mañana fueran desbordados por las protestas y no consiguieran su objetivo de evitarlas.

Durante las cargas, algunos manifestantes han montado barricadas con contenedores, tablones y mobiliario urbano con los que retener a las fuerzas policiales y propiciar la huida o la puesta a cubierto de ciudadanos.

Mano dura

La represión de las protestas se ha extendido a Mandalay, la sureña urbe de Dawei o en la central Monywa, entre otras poblaciones, desde las que medios locales informan sobre numerosas detenciones. En esas ciudades, las cargas policiales han dejado un reguero de heridos, según diversas agencias internacionales.

El gobierno militar encabezado por el general Min Aung Hlaing, está incrementando la represión según aumenta la tensión en las calles. La violencia policial registrada en los últimos días incluye episodios de uso de munición real.

Desde que tuvo lugar el golpe militar, al menos ocho personas han muerto a raíz de la violencia desatada, tres de ellas por disparos policiales, según el recuento hasta el viernes de la Asociación para la Asistencia de Presos Políticos (AAPP) en Birmania, que además indica que desde la asonada 771 fueron detenidas, incluidas 82 ya en libertad.

Entre los aún detenidos desde el día del golpe se encuentra la depuesta líder del gobierno, Aung San Suu Kyi, dirigente de la Liga Nacional para la Democracia.

El movimiento de disidencia civil, al que se han unido un gran número de funcionarios -especialmente médicos- que paralizan parte de la Administración, reclama que el Ejército devuelva el poder al pueblo y se reconozca a los líderes electos en los comicios de noviembre, cuyos resultados fueron anulados este viernes por una comisión electoral nombrada por el gobierno militar.

Quien informe o anime a participar en una huelga general que se avecina será castigado con hasta siete años de prisión, según ha anunciado el ministerio de Información de la junta golpista.

Durante una reunión el viernes de la Asamblea General de Naciones Unidas para tratar la crisis en Birmania, el embajador birmano ante la ONU, Kyaw Moe Tun, nombrado por el Gobierno derrocado, pidió a los países medidas contundentes para terminar con el gobierno militar y detener la violencia por parte de los uniformados.