El líder centrista Yair Lapid recibió este miércoles la difícil tarea de formar gobierno en Israel, tras recibir 56 recomendaciones para ello por parte de los partidos anti-Netanyahu, y ahora tendrá 28 días para intentar obtener una mayoría con la que salir del bloqueo político y desbancar al actual primer ministro, Benjamín Netanyahu.

"Después de dos años de parálisis política, la sociedad israelí está sufriendo. Un gobierno de unidad no es un compromiso ni un último recurso", sino "un objetivo, es lo que necesitamos", dijo en un comunicado Lapid, líder de la oposición, que durante los últimos años destacó por su ferviente oposición a Netanyahu, que ayer fracasó en la tarea de formar Ejecutivo.

Esta tarde, tras una nueva ronda de consultas con los partidos con representación parlamentaria, el presidente israelí, Reuvén Rivlin, anunció que asignaba la tarea de formar Ejecutivo a Lapid, un encargo que no preve fácil debido a las "muchas dificultades" en el panorama político israelí, fragmentado, polarizado ante la figura de Netanyahu y estancado tras cuatro comicios en solo dos años.

Ante ello, el presidente instó a buscar todas la maneras para evitar unas quintas elecciones, y esperó que Lapid pueda "formar un Gobierno que tenga la confianza" de la Knéset (Parlamento israelí).

"Necesitamos un Gobierno que refleje el hecho de que no nos odiamos unos a otros", en el que "la izquierda, la derecha y el centro trabajen juntos para abordar los desafíos económicos y de seguridad que enfrentamos", reaccionó Lapid tras su designación.

Asimismo, se comprometió a "hacer todo" para garantizar la formación de un Ejecutivo en el que se pueda poner "manos a la obra para el pueblo de Israel".

Lapid, líder del partido centrista Yesh Atid (Hay Futuro), quedó segundo en los comicios de marzo con 17 escaños, por detrás del partido Likud de Netanyahu, que obtuvo 30.

Netanyahu recibió de Rivlin en una primera ronda de 28 días la posibilidad de formar Gobierno, pero no consiguió obtener una mayoría de 61 escaños en un Parlamento de 120. Pese al apoyo de sus socios ultraortodoxos y de extrema derecha, alcanzó solo 52 escaños y ayer tuvo que devolver el mandato al presidente.

Aún así, pese a estar en la cuerda floja tras más de una década ininterrumpida en el cargo y procesado por corrupción, el jefe de Gobierno en funciones no tira la toalla, e instó de nuevo al ultraderechista Naftali Benet del partido Yamina a no negociar con Lapid para impedir la creación de "un peligroso Gobierno de izquierdas".

Pese a la oportunidad, Lapid deberá afrontar la dura tarea de formar una coalición entre una amplia amalgama de partidos de ideologías muy diversas que van desde la izquierda hasta la extrema derecha, solo unidos en su firme oposición a Netanyahu.

Por ello, más allá de Yesh Atid (17 escaños), en las consultas con el presidente de hoy obtuvo el respaldo del centrista Azul y Blanco (8), del ultraderechista Israel Nuestro Hogar (7), del centro-izquierdista Partido Laborista (7), del pacifista Meretz (6), del derechista Nueva Esperanza (6) y de cinco de los seis diputados de la Lista Unida árabe.

Sin embargo, no alcanza aún una mayoría de 61 diputados, por lo que deberá seducir a otros posibles socios con ideologías también alejadas, donde podrían figurar Yamina o el islamista Raam.

Entre otros obstáculos, la creación de una coalición requeriría el apoyo de al menos un partido árabe junto a una o dos formaciones de extrema derecha sionista, algo sin precedentes en Israel.

También podría implicar la formación de un Ejecutivo rotatorio en la Jefatura de Gobierno, algo que Lapid había comenzado a negociar con Benet las últimas semanas y ahora podría explorarse más.

Benet aseguró que ahora "es el momento de crear un Gobierno de unidad" y "de emergencia amplio".

Con todo, si esta vía no sale adelante y Lapid no consigue formar Gobierno, en menos de un mes deberá entregar el mandato a Rivlin. El presidente tendría entonces una última alternativa: traspasar directamente la formación de gobierno al Parlamento, para que cualquier de sus diputados haga un último intento.

Si ninguna de estas alternativas funciona, los ciudadanos de Israel podrían verse de nuevo abocados a las urnas en otras endémicas elecciones, las quintas en dos años y medio.