Pocas horas después de las protestas más importantes en Cuba desde 1980, una indisimulable tensión recorre la isla. El Gobierno aseguró que no volverá a perder el control de las calles y la pregunta de los analistas tiene que ver con las proyecciones a corto plazo de lo ocurrido el pasado domingo: ¿se ha tratado de un episodio espasmódico o es el comienzo de una nueva fase de la crisis que la pandemia, las sanciones norteamericanas y los viejos problemas estructurales han vuelto intolerable?

El balance de las manifestaciones que tuvieron su epicentro de gravedad en La Habana, y se replicaron en distintos puntos del país, se mantiene bajo secreto de sumario. Nunca se escucharon tantos disparos al aire. No se sabe exactamente cuántas personas fueron arrestadas por la policía, ni la cantidad de heridos. Algunos medios disidentes hablan de cientos de detenidos.

Suspensión de internet

El flujo de las informaciones se ha frenado con la suspensión de internet en los teléfonos inteligentes que se han vuelto vitales para la heterogénea disidencia. En ese país de 11 millones de personas circulan al menos siete millones de teléfonos. Por eso, este es el primer incidente a gran escala filmado y hasta transmitido a través de las redes sociales. Con este telón de fondo rige por la noche un toque de queda pensado en febrero como un instrumento del Estado para detener la propagación del covid-19 y que, bajo las actuales circunstancias, adquiere otra dimensión.

Aunque nadie sabe qué es lo que sigue, nada será igual después del domingo. El presidente Miguel Díaz Canel reconoció que "no todos" los que protestaron "son contrarrevolucionarios". Se trata, apenas, de "una minoría”. En ese sentido admitió que "tenemos personas insatisfechas, con confusiones e incomprensiones, falta de información y el deseo de manifestarse". Aquellos que lanzaron cascotes a la policía, destrozaron sus carros, saquearon tiendas de electrodomésticos o gritaron "abajo el comunismo", están, a su criterio, vinculados con "un sector que delinque". Con la situación bajo aparente control, Díaz Canel atemperó su discurso: "Tienen que pasar por encima de nuestros cadáveres y estamos dispuesto a todo", había dicho, a modo de advertencia.

Para el presidente, "es legítimo" el malestar. Sin embargo, le pidió a la sociedad que tenga la capacidad "de discernir dónde nos quieren manipular". Díaz Canel atribuyó la explosiva combinación de los cortes eléctricos, la escasez y la pandemia al bloqueo de los Estados Unidos, vigente desde 1962. La Casa Blanca, dijo, tiene un "discurso de calumnias y de doble rasero" frente a lo que sucede en la isla. A los "salvadores la salud y la alimentación del pueblo", dijo, solo les interesa "cambiar de Gobierno".

La protesta tuvo otro condimento: el avance de la pandemia en la provincia de Matanzas. El virus se disemina al compás de los apagones y obligaron al Gobierno a convertir algunos hoteles internacionales en improvisados hospitales. En los territorios de riesgo, incluida la capital, se realizan pruebas con dos de las cinco vacunas que desarrolla Cuba, 'Soberana 02' y 'Abdala', de alta eficacia, de acuerdo con el ministerio de Salud.

El espejo venezolano

El presidente comparó las protestas dominicales con lo ocurrido en Venezuela durante 2017, cuando los enfrentamientos callejeros entre opositores radicalizados y las fuerzas de seguridad provocaron más de 100 muertos. No en vano, el primer mensaje de solidaridad recibido fue el de su colega Nicolás Maduro. El ex embajador en Caracas, y actual jefe ideológico del PCC, Rogelio Polanco Fuentes, aseguró que se está tratando de implementar en territorio cubano un "manual de lucha no convencional" que busca "inducir acciones de represión que generen la percepción de que se violan los derechos humanos". Todo eso "está potenciado por los medios de comunicación y la existencia de un espacio público digital facilitan la generación de noticias falsas".

El liderazgo, señaló Oscar Grandío Moráguez en 'Hypermedia Magazine', "no posee la capacidad para evitar" la profundización de las múltiples crisis. Las élites gobernantes y los Órganos de Inteligencia, "han subestimado la capacidad de movilización de la sociedad". Esta falta de "sentido estratégico" y "la más absoluta desconexión con la verdadera realidad" hizo que "priorizaran una agenda represiva como medio para contener demandas".