Un alargamiento de pene cuando rozas la setentena es un emocionante canto a la vida. Que te condenen a muerte por el apuñalamiento de la enfermera porque salió mal obliga a reajustar las expectativas. Le ha ocurrido a Satoru Nomura, jefe de la yakuza o mafia japonesa. La sentencia es histórica por razones ajenas a aquella cirugía. 

Los subalternos han cargado siempre con las condenas por los crímenes porque acreditar la orden es imposible en un mundo de códigos propios y sutilezas. Eran recompensados por la organización a la salida de la cárcel con dinero y ascensos por el silencio que blindaba a sus capos. El uso de pruebas circunstanciales para vincular a ambos en el último fallo abre otra vía para subyugar a las organizaciones criminales que se hicieron fuertes en el caótico Japón de la postguerra. 

Y así se le han colgado a Nomura algunas de las tropelías de sus matones. La más mediática afecta a la enfermera que había participado en 2012 en aquella operación de alargamiento de pene y eliminación de vello. No han trascendido detalles sobre el resultado pero no hay dudas sobre la insatisfacción del cliente. La enfermera desdeñó sus lamentos sobre el dolor aclarándole que “no será mayor que cuando te hacen uno de esos tatuajes de la yakuza”. Recibió varias cuchilladas meses después cuando caminaba por la calle en la cabeza, cuello y pecho, aunque salvó la vida. Dos días más tarde, en una rutinaria visita a la clínica, Nomura aludió con distancia al episodio: “Si una persona causa un daño, hay ciertas reacciones inevitables”. 

La sentencia también le responsabiliza del asesinato del presidente de una cooperativa de pescadores que influía en los proyectos portuarios, del disparo en la pierna a un policía que investigaba a la organización y del apuñalamiento de un dentista en la pierna y estómago en un garaje. No medió esta vez chapuza médica; era familiar de aquel líder pesquero. “Pedí una sentencia justa y esta no lo es. Te arrepentirás por esto durante el resto de tu vida”, gritó tras escuchar el fallo Nomura al juez, que ya cuenta con protección policial. Su número dos, Fumio Tanoue, recibió la condena perpetua del mismo tribunal de Fukuoka. El proceso ha requerido de más de un lustro y 91 testimonios. 

Detalle del brazo tatuado de un miembro retirado de los 'yakuza' y que prefiere mantener el anonimato. FRANK ZELLER

Respuesta violenta

No es una casualidad que la sentencia llegara semanas después de los Juegos Olímpicos. Japón quería evitar una respuesta sangrienta que los arruinara y la organización Kudo Kai, la más violenta de Japón, no escasea en medios. Ha usado granadas y lanzamisiles contra sus rivales y cortado el rostro de los comerciantes reacios a pagar por su protección, por hacer la lista corta. El miedo a los desmanes mafiosos aconsejó que las autoridades solicitaran a Yamaguchi-gumi, el mayor grupo del país, una tregua olímpica en la guerra de bandas que se alarga durante seis años. Aceptaron. 

El variado menú delincuencial de la yakuza incluye el juego, la prostitución, las drogas, los préstamos usureros o los impuestos por protección. También gestiona negocios legales en sectores como el entretenimiento, la banca, la tecnología y el mercado inmobiliario. Es el grupo criminal más rico del mundo, muy lejos de la camorra italiana o los cárteles colombianos. Se mueven en una zona grisácea: no son ilegales, cuentan con sedes oficiales y revistas que glosan sus hazañas y frecuentan las primeras filas en los torneos de sumo.  

Pero sus días de gloria han quedado atrás. Una ley de 1992 prohíbe a los mafiosos prestar a ciudadanos, cobrarles por protección o amenazar a los propietarios para que vendan sus inmuebles. A los esfuerzos por estrangular sus vías de financiación se suman las campañas policiales y el hastío social. La yakuza ha perdido miles de miembros en los últimos años. En el juicio a Nomura, además, quedó acreditada la violación de sus férreos y románticos códigos internos: la Constitución Kudo Kai prohíbe dañar a civiles.