Muhammad, un profesor de escuela en la ciudad de Idleb, dice que ya está preparado para lo que sea. Que a diferencia de la gente del sur de la provincia, él y su familia, de momento, siguen en casa, pero que tienen todo listo por lo que pueda surgir, por si atacan otra vez. 

La gente está nerviosa y el ataque parece inminente, pero no sabemos nada. Por el momento, la gente del sur ya se ha marchado, en su mayoría hacia el norte. Allí la situación es horrible”, explica por teléfono Muhammad, con la resignación de quien ya ha vivido esto más de una vez.

Cada vez que el presidente sirio, Bashar al Asad, y su aliado, la Rusia de Vladímir Putin, planean una nueva ofensiva sobre la región de Idleb -la última bajo control único opositor-, los bombardeos y las muertes de civiles se disparan. Primero llega el ruido de sables y luego, el ataque: ayudados por la aviación rusa, los soldados regulares de Asad y las milicias pro-Irán atacan el sur de Idleb y conquistan cientos de kilómetros cuyos habitantes, bajo los bombardeos incesantes, ya han vaciado. Después, Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, y Putin se reúnen y acuerdan un alto al fuego. Así, hasta la próxima ocasión.

Esta vez, sin embargo, parece distinta, porque la escalada llega precisamente antes de la reunión de los dos presidentes de este miércoles en SochiRusia, que, según Erdogan, será clave para el futuro sirio y que marcará cómo serán las relaciones ruso-turcas. 

Hay mucho en juego: en las últimas semanas, tres soldados turcos han muerto por ataques de la aviación siria; por primera vez en toda la guerra, cazas rusos bombardearon posiciones de los rebeldes sirios comandados por Turquía, que paga los salarios y controla un paraguas de grupos opositores. Idleb, por su parte, está controlada por Hayat Tahrir al Sham, una facción yihadista antes vinculada a Al Qaeda.

Coste humano

Hacia Idleb, Ankara ha mandado a miles de sus soldados para parar la que parece futura ofensiva de Damasco y Moscú. Para Turquía, hacerlo es de vida o muerte ya que un ataque a gran escala sobre Idleb supondría la llegada de cerca de cinco millones de nuevos refugiados sirios a territorio turco. Turquía ya alberga a 3,6 millones de sirios. 

“Se habla mucho de una situación en la que Turquía pueda retirarse voluntariamente de partes de Idleb, pero eso subestima lo que una nueva ola de refugiados supondría. Ankara nunca aceptará un acuerdo así”, escribe Dareen Khalifa, analista del conflicto sirio en el think tank internacional Crisis Group, que continúa: “Puede ser común que Rusia acentúe sus ataques antes de las negociaciones para fortalecer su mano. Pero el balance de poder en el norte de Siria ha cambiado en favor de Turquía. Con más de 10.000 soldados turcos en Idleb, Ankara ha instalado una narrativa de disuasión y ha creado un empate”.

Pero los bombardeos al noreste de Siria continúan, y la sombra de una nueva ofensiva, con la que Asad amenaza cada tanto, sigue ahí. Y quien lo paga es la población de Idleb y la región, de la que más de la mitad ya es de por sí desplazada de guerra

“Las ciudades de aquí se han llenado de gente y la situación es bastante desesperada, también con los hospitales llenos por covid”, dice Muhammad. “Hay millones de personas en los campos de la frontera, donde es horrible vivir. Espero que yo y mi familia no tengamos que ir hacia allí, pero si la ofensiva llega no sé si nos quedará opción”, lamenta.