A sus 28 años, Khadija Amin, es una de las caras más conocidas de la Radiotelevisión Nacional de Afganistán (RTA), la radio y televisión pública afgana. Llevaba tiempo como presentadora. El 15 de agosto, cuando los talibanes tomaron Kabul, la capital del país, le comunicaron que se quedara en casa, que no estaba permitido que fuera a trabajar porque era una mujer. Estupefacta -había oído hablar de los estragos de los extremista dos décadas atrás en boca de sus mayores-, nunca pensó en un escenario similar para su existencia. Madre de tres hijos, había estudiado en la universidad y estaba trabajando; como muchas otras mujeres en el país.

"Los talibanes han borrado 20 años de libertad de prensa en Afganistán; ya no existe", expuso la periodista, evacuada del país por correr grave peligro, en una mesa redonda en la Universidad de Lebrija organizada por Reporteros Sin Fronteras. Aún así plantó cara y explicó se plantó en el trabajo -en un gesto para muchos suicida- para hablar con el responsable de los talibanes y pedirle, sin éxito, su derecho a recuperar su puesto de trabajo. Haciendo caso a la súplica de su familia y ante la evidencia de que su vida corría peligro, salió del país. Y constantemente recibe llamadas de colegas pidiéndole ayuda para salir. "Es muy doloroso, ellos son la voz de la libertad", aseguró Amin, que ahora trata de rehacer su vida en Salamanca.

Vivir escondido

El caso de Amin ilustra la situación en la que viven los periodistas afganos, muchos de ellos escondidos, que han visto cómo, de un plumazo, son perseguidos, censurados y, en el peor de los casos, asesinados. Un dato proporcionado por la Unión Nacional de Periodistas Afganos (ANJU, por sus siglas en inglés) resulta esclarecedor: el 70% de profesionales ha dejado el trabajo desde verano. La asociación profesional ha informado de este balance tras realizar una encuesta en 1.500 profesionales de las 28 provincias que componen el país, informa la agencia Khaama.

Ya no queda ningún medio escrito en circulación y solo unos pocos mantienen la versión online fruto de las estrecheces económicas que atraviesa el país. El director de la asociación periodística, Masroor Lutfi, ha abundado en que la mayoría de medios de comunicación que permanecen activos se enfrentan a unas condiciones económicas y financieras "nefastas".

La Federación Internacional de Periodistas (FPI), a la que pertenece la asociación afgana, trabaja en estos momentos para reforzar la seguridad de los periodistas que siguen ejerciendo, prestarles ayuda de emergencia y, en caso extremo, facilitarles la salida del país.

Apaleados

Las redes sociales han permitido dar eco a nivel mundial de los golpes asestados a periodistas que cubrían una manifestación de mujeres el pasado 21 de octubre en protesta por las restricciones impuestas por el régimen talibán. Otro ejemplo del acoso al que se están siendo sometidos los profesionales.

Las consignas para los periodistas son tan contundentes como ambiguas. La prensa tiene prohibido imprimir o difundir noticias que sean contrarias al Islam, que insulten a figuras nacionales o que distorsionen el contenido de las noticias, según ha recogido la oenegé Human Rights Watch.