"De los malos me encargo yo". Venezolana de Televisión (VTV), el canal estatal y una fábrica interminable de consignas y promociones de la felicidad, acaba de regalarle a su público para las anticipadas navidades un dibujo animado que tiene a Nicolás Maduro como protagonista. No se trata de un ciudadano normal: atraviesa el cielo con su capa y utiliza un traje ajustadísimo. Los músculos son los de un culturista. El presidente es en la pantalla Súper Bigote, la versión Marvel del proyecto bolivariano. El hombre del mostacho y una evidente ingesta de anabólicos tiene además una "mano de hierro". A ritmo de salsa se subraya que es "indestructible".

La caricatura se bate triunfalmente contra otra de un Donald Trump con antifaz y las parodias de los opositores internos que el Gobierno ha asociado a Washington: en este caso, Julio Borges y Henry Ramos Allup. "Hemos intentado trampas, mentiras", dice el primero de los dirigentes. "Fraude, la OEA, pero no vemos luz", acota el otro, frustrado, y es entonces cuando en la Casa Blanca deciden boicotear el sistema energético venezolano. Los severos cortes de 2020 fueron atribuidos por Maduro a una conspiración de los adversarios del Palacio de Miraflores. El dibujo animado pone en escena aquella versión de los episodios.

La luz cesa, y hasta se interrumpe una operación en un hospital. "Ahora sí vamos a tumbarlo", cree la caricatura de Allup y se ríe. La cosa se pone tan fea que, para enderezarla, el jefe de Estado adquiere atributos sobrenaturales. Vestido de rojo y azul, exhibiendo un escudo con una "S" y una "B", reúne a los colectivos maduristas para decidir, democráticamente, los pasos a seguir. "Es un ataque múltiple", le dicen. "Ciberhackeo", diagnostica otro. "Lo enfrentaremos juntos", responde el paladín. "A sus puestos", ordena, y comienza a volar. Como era de esperar, el titán caribeño hace papilla un avión estadounidense de un solo golpe. La luz vuelve y el Trump enmascarado brama: "Te odio".

No es la primera vez que el Palacio de Miraflores recurre al dibujo animado para extender su pedagogía política. De hecho, tras el fallecimiento de Hugo Chávez, en 2013, se le representó en el cielo, de un modo angelical y hablando sobre el socialismo. Ahora, el culto a la personalidad reviste otras características.

"¿A quién va dirigida esta producción? ¿Al consumidor de comics de Marvel o DC mayor de 40 años? ¿Al menor de 17 años cuya vida gira entre bailes de Tik Tok y videojuegos en primera persona? ¿A la clase media que lucha por no morir en Venezuela? ¿A potenciales nuevos votantes pescados en Whatsapp?", se pregunta Joaquín Ortega en la revista Tal Cual. "Pareciera, más bien, una apuesta descontextualizada y fuera de tiempo… y es que incluso ya el comunismo más vanguardista desarrolló un manga sobre Marx". Para Ortega, "Súper Bigote es más un entretenimiento para personas con pocos (o tal vez ningún) problema por resolver, que para los que viven sin un minuto de contento".

Proezas improbables

La animación sale a la luz pocos días después de que el madurismo se impusiera en las elecciones regionales frente a una oposición dividida. El Partido Socialista Unificado (PSUV, en el poder) perdió nada menos que en Barinas, la cuna del extinto Chávez, donde se había presentado como candidato su hermano, Argenis. Pero el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), como si se tratara de la ficción de 'Súper Bigote', ordenó la repetición de los comicios porque el vencedor, Freddy Superlano, estaba inhabilitado políticamente para participar de la contienda.

El presente venezolano no admite la existencia de "superpoderes" para resolver sus males estructurales, entre ellos la inflación. Poco antes de las navidades, los precios de una economía dolarizada han vuelto a dispararse. En 2019, un kilo de carne para la preparación del tradicional guiso, costaba 150.000 bolívares en el 2019, lo que equivalía a cinco dólares. Dos años después, hay que desembolsar 6,5 dólares o 30,55 bolívares digitales o 30.550.000 bolívares soberanos previos a la reconversión monetaria de noviembre. Las aceitunas tenían un precio de 230.000 bolívares soberanos en 2019. En la actualidad deben pagarse 22.560.000 bolívares de esa antigua denominación, que es lo mismo que 4,8 dólares o 22,56 bolívares digitales. El valor de ese producto que se usa para la hallaca, uno de los platos preferidos por los venezolanos en las fiestas, y que consiste en una masa de harina de maíz sazonada con caldo de gallina y rellena de carne y especias, se incrementó un 9.800%.